Fotografía: Andrés Hernández Rabal
Tenemos el placer de recibir de nuevo en nuestro espacio de entrevistas del sábado a Tomás Alcoverro, corresponsal del periódico La Vanguardia en el Líbano desde hace casi cincuenta años. Nos presenta su libro más reciente, Un barceloní a Beirut, de editorial Diéresis.
Un barceloní a Beirut es su primer libro en catalán y también es su libro más personal, ¿qué puede decirnos sobre él? ¿Hay una biografía en proyecto?
Mi lengua de expresión cultural es el castellano, pero mi lengua materna es el catalán. Lo de la biografía, es que soy un poco perezoso y entonces esto de las memorias es una cosa que me da mucha pereza. Sí hay cosas un poco de aquí y de allí que son más personales, porque intento aproximarme a este tema de la relación entre Barcelona y Beirut a través de mi propia vida.
Beirut ha sido la ciudad invitada en las recientes fiestas de la Mercé de Barcelona, ¿cómo ha vivido ésto?
Esta es una cosa que a mí personalmente me ha gustado porque hace mucho tiempo que yo hablo del tema y en parte se conoce gracias a mí. Creo que ha sido muy interesante, sobre todo porque hay que tener en cuenta que todos estos artistas libaneses no cuentan con ninguna ayuda. Ni ayuntamiento, ni ministerio, ni estado que ayude a la creación. Muchos de ellos ya viven fuera del Líbano. Viven en París, Estados Unidos o Canadá, pero la mayoría está en Beirut; por lo que cuando se les da una oportunidad de que expresen su arte y se les reconoce, siendo ellos de un país en el que no tienen muchos recuros, pues está muy bien. Por parte de Barcelona… Quizás generosidad sería demasiado, pero ha sido muy amable. Ver que hay una ciudad que no está tan lejos de la nuestra… (Que si está lejos es porque ha padecido una guerra y las consecuencias son todavía muy profundas)… y que tenga la imaginación y la iniciativa de decir: ¿por qué no los vamos a recibir? He visto que muchos artistas han tenido mucho éxito… La música libanesa o el cine libanés… El cine libanés se conoce más… En este sentido yo me he sentido también, en tanto en cuanto beirutí, muy contento. Es un país, es una ciudad que resiste en contra de todo y hay que ayudarla.
Barcelona y Beirut son dos ciudades que se miran desde cada extremo del Mediterráneo, ¿qué las diferencia y en qué se parecen?
De igual yo diría que son dos «ciudades-estado». Una se ve claramente que es un estado y la otra lo es en la medida que más o menos domina una zona de alrededor, y que la gente la tiene presente. También en que tienen mucha vitalidad, sobre todo Beirut, si se piensa en las calamidades que sigue viviendo esta ciudad, ¿no? El otro día, en el Colegio de Periodistas de Barcelona conté una cosa que me gustaría explicarle y que es muy clara. El Líbano, por tanto Beirut, es un pueblo que se va vaciando de su gente. Los libaneses se van. Se van a América Latina desde el año 1860 por cuestiones de seguridad y de guerras internas. Y luego se van después de la Primera Guerra Mundial… En cambio, El Líbano se llena de gente de los países de alrededor. Empezando por los armenios, que llegan al Líbano como consecuencia del genocidio y que se han establecido allí. Y luego están los palestinos, y luego los iraquíes y ahora los sirios… En este sentido la situación es triste para una persona que sea de un país en el que no hay futuro, en que la situación no es muy halagadora, y en cambio para gente de alrededor es lo suficientemente halagadora y atractiva… (Es curioso esto, ¿eh?) … como para que se refugien ahí. Es curioso porque para unos es un país deshauciado y para otros, no diré una esperanza, pero sí un país de refugio.
¿Sabemos realmente lo que pasa en esa zona del mundo?
Lo que está pasando en este momento en el Líbano es sobre todo lo que la gente habla de los refugiados sirios, con lo cual no están contando realmente lo que sucede. Pero esto no es nuevo, porque hubo también la época palestina, que duró de los 70 al 82 y entonces todo eran cuestiones palestinas. Resulta que esos temas esconden la vida del Líbano. El Líbano en este sentido está siempre un poco como olvidado… Hablo de cuestiones concretas, los refugiados, que a mi modo de ver, están ahora muy de moda y tapan otras cosas.
¿Cómo ha podido sobrevivir el Líbano a una historia tan convulsa?
No se preocupe que el Líbano sobrevivirá, que la gente ya sabe… Entiéndame cuando la gente ya sabe que la situación no va ser ni muy estable, ni muy duradera, ni muy clara, también se acostumbra. Entonces la parte buena de esta situación es que la gente tiende a vivir el día a día. Lo cual me parece muy bien… “Oye tú, no hablemos de lo que vamos a hacer dentro de cuatro o cinco años y vamos a ver lo que hacemos hoy. Vamos a pasarlo bien y a procurar que no nos hundan ni las noticias que nos llegan de dentro ni de fuera, ni la situación…”. Es gente ya muy avezada y que cuando hablamos de los temas de aquí no los pueden entiender de ninguna manera, dicen: “¿pero qué quieren ustedes, si todo les funciona?» Entonces yo creo que es eso. Creo que es una cosa muy natural, es decir, cuando hay una guerra o una situación complicada, la gente se adapta. Sería muy estúpido ir a contracorriente y encerrarse en un mundo que, por otra parte, existe, claro. La gente tiene mucha nostalgia y esto está produciendo una gran cantidad de frustración. La gente piensa: “vamos a esperar unos años a ver si se arregla un poco o nos vamos a Canadá por los hijos, que aquí no tienen ningún futuro”. Es una situación muy angustiosa. Saben muy bien que de repente les pueden caer factores que no dependen de ellos sino que vienen de los alrededores ―sobre todo de Siria y de Israel y del conflicto palestino―que les hundan. Así de claro.
¿El Mediterráno del occidente le está dando la espalda al Mediterráneo oriental?
Esto del Mediterráneo es también una historia un poco de mitos. Aquí estamos hablando mucho del Mediterráneo, pero allí no se habla mucho de ello. Se podría hablar y no acabar. Se podría empezar a hablar de cuando se puso de moda toda la historia del orientalismo y de Edward Said que lo criticó con dureza, diciendo que todo lo que se hacía en historia, en arqueología, en antropología, así como en conocimiento de lenguas… Se hacía simplemente con la perversa intención de que Occidente domine cada vez más el Oriente.
Se puede leer en su libro La noria de Beirut que Líbano es un país sin trenes.
Esto es un tema muy concreto que se debe a la fundación del Estado de Israel en el año 1948, y debido a otras calamidades que vinieron después. El tren en esta parte del mundo… Por ejemplo cuando hubo la guerra de Irak, ¿qué pasó? Que claro, una vía de tren es un objetivo terrorista muy fácil y los trenes dejaron de funcionar. Los trenes son muy vulnerables. Cuando se produjeron todos los actos terroristas en Irak, en Siria, dejaron de funcionar. Por una parte el Estado de Israel en el 48, pues se crearon fronteras que no se podían pasar. Antes se podía ir de París o Londres hasta Jerusalem, El Cairo, y a Alepo y a Beirut… Esto cayó primero por la I Guerra Mundial y después todas las demás guerra. Hay que reconocer que también aquí en España hubo un momento en el que parecía que el transporte por carretera iba a agotar a los trenes. Yo lo recuerdo, parecía que los trenes desaparecerían. Ahora aquí funcionan muy bien, pero allí… Son varios factores.
No puedo dejar de preguntar por la aventura espacial libanesa que también aparece en su libro La noria de Beirut.
Hay una universidad muy pequeñita, con nombre armenio, que está cerca de mi casa y se ve a través de la valla, en el jardín, el famoso cohete. El famoso cohete como de fabricación doméstica. Yo creo que si aquel cohete no hubiera caído sobre Chipre ―porque cayó sobre Chipre― pues vaya usted a saber si no hubieran podido empezar a desarrollar una carrera espacial… Pero ocurrió que cayó sobre Chipre y, claro, los chipriotas dijeron; “estos de la universidad armenia están jugando a cohetes que nos caen encima…” Y entonces enseguida ya los sirios, los israelíes… Todo el mundo empezó a mirar de vigilar esto, no vaya a ser que se nos escape de las manos. Yo creo que esta aventura es muy reveladora de que cuando la gente quiere hacer algo positivo y tal, pues les cortan las alas.
En la película documental Beirut, la vie en rose se muestra como algunos hombres de negocios están dispuestos a invertir en el Líbano. ¿Cree que la construcción de centros comerciales nuevos dinamizará la economía de la zona?
Es sólo un centro comercial… Está muy cerca de la frontera siria y está sobre todo pensando en los sirios que vengan a comprar. No se ha llegado todavía a esto… Pero es una cosa muy libanesa. Está muy bien pensado. La gente se espabila y está dándole vueltas a las cosas de por dónde se puede hacer dinero. Además todo esto del dinero y del saber hacer en el aspecto material, creo que los libaneses lo saben hacer muy bien.
¿Está trabajando en algo ahora o tiene bastante de momento con la promoción de su último libro?
Lo que quiero es vivir haciendo cosas y estar también contento conmigo mismo. Estas cosas son también muy agradables. Si yo no hubiera escrito Un barceloní a Beirut no estaríais aquí. No me gustaría caer en la inactividad.