Nos acompañan Ana Basanta, periodista, y Patricia Pólvora, a quién le diagnosticaron artritis reumatoide con veintinueve años, lo que no le impidió montar su propia empresa, Teterum, una firma de tés con valor social, y otras muchas cosas como cuentan en el libro Doctor, no voy a rendirme.
¿Cómo surgió la idea de este libro, es decir, cómo fue el salto de Decididos a dedicarle un libro completo a tu experiencia?
ANA: Dos años después de publicar Decididos. 10 experiencias de vida fuera de un entorno competitivo, tanto la editorial Diëresis como yo estábamos convencidos de que la experiencia de Patricia Pólvora merecía por lo menos un libro entero. Tenía muchos ingredientes que conformaban una buena historia, desde cómo convive con la artritis reumatoide, hasta cómo montó su empresa Teterum con valores económicos y sociales pasando por su infancia como refugiada latinoamericana en Suecia, y muchas más cosas que finalmente se explicaron en Doctor, no voy a rendirme.
PATRICIA: Creo que en los últimos diez años, la literatura se ha enfocado en representar a personas que han hecho cosas extraordinarias, tan extraordinarias que solamente reflejan un porcentaje muy bajo de la población. Han servido para motivar, y ver que ‘sí se puede’, pero, pienso, muchas veces no nos sentimos identificados. ¿Cuál es la lucha de las personas que mayoritariamente habitamos este planeta? ¿Cuáles son las barreras que a veces la vida nos pone por delante? ¿Y cómo las superamos? Pensé que era de admirar que una editorial quisiera escribir sobre estos temas sin que yo fuera uno de esos superhéroes, y que una periodista quisiera retratar una historia sin que yo fuera una famosa. Quise apoyar esa idea y ese proyecto, para fomentar un periodismo y una lectura con la que muchos se puedan identificar. Hay millones de personas en este país que se enfrentan a situaciones complejas, a muros altísimos y a barreras de la vida. Y si este libro pudiera alentar aunque fuera solamente a una persona a juntar fuerzas para enfrentarse a esos retos, ¿no valdría la pena el esfuerzo?
Patricia: cuando te dieron aquel diagnóstico demoledor para una joven de 29 años, decidiste plantar cara ¿crees que tienes alguna cualidad especial que te hace más luchadora?
Quiero pensar que todas las personas reaccionamos de una u otra manera en función del momento dependiendo de lo que llevamos en nuestras mochilas de nuestro pasado. Muchas veces me he planteado si hubiera reaccionado de la misma manera diez años después o diez años antes. ¿Cuáles eran las experiencias que me llevaron a tomar las decisiones que tomé? ¿Cuánto impacta el momento en el que estás en la vida o el entorno en el que te mueves o incluso la red social que te rodea en esos momentos? Mi pasado está marcado por la palabra lucha y sobrevivencia. Soy refugiada política, porque mis padres huyeron de un país a otro, en el que nací yo, y del cual tuvieron que exiliarse a un tercer país. Como refugiada política (creo que le puede pasar a cualquier otro refugiado), he tenido que dejar algo que por defecto sentiría mío: familia, cultura, valores… Y me enfrenté a tener que aprender y reaprender otra cultura, buscarme «otra familia» (la tuya está lejos y creas un núcleo familiar compuesto por amigos y familia similares), y revalorar tus valores (enfrentarte a otros y tener que reflexionar sobre los tuyos o los de tu familia). Esto te posiciona como inmigrante en el país al que llegas y te crea una sensación de estar en deuda de por vida con el país que te ha recibido y las personas que te han ayudado. ¿Cómo se devuelve una deuda de tal magnitud? Mi experiencia me decía que la resiliencia, la lucha y las esperanzas te llevaban a conseguir tus objetivos. Lo vi en mis padres y en los amigos de mis padres, que llevaban años y décadas luchando por la libertad de un país y la libertad de sus compañeros que estaban encarcelados o muertos. Yo tenía un objetivo muy claro, no quedarme en el estado físico y de dolor que me provocaba esta enfermedad, y mi mochila me decía que dependería de mí salir de esa situación.
Ana: Cuando conociste la historia de Patricia, ¿qué pensaste?
Conocí a Patricia cuando la entrevisté para el libro Decididos y, a los pocos minutos, ya me di cuenta de que me ofrecía más de lo que yo buscaba. Fue un regalo. En las dos o tres horas que duró nuestro primer encuentro acabé convencida de que era una persona excepcional, por la naturalidad con la que explica sus vivencias, del todo inusuales para la mayoría, y por el coraje que le echa en sus proyectos personales y profesionales.
Patricia: ¿Quisiste compartir tu experiencia desde el primer momento?
No, viví un proceso de convicción. Escribir un libro, al menos si lo piensas hacer desde tu parte más sincera, implica tener que desnudarte por completo ante gente que no conoces, que te puede juzgar, que puede opinar libremente, y más difícil aún, ante gente que te conoce, pero que igual no conoce los secretos más resguardados de tu vida. Supone que tus padres, hermanos y mejores amigos descubran situaciones que has vivido sin consultarles a ellos, o sin pedirles ayuda. Supone hacerles sentir que no estuvieron allí. ¿Qué pones en riesgo y qué ganas? Si no me hubieran convencido de puedes ayudar a otra persona que está en una situación similar o hacerle entender al entorno de una persona en esta situación por lo que está pasando, no hubiera aceptado la propuesta de escribir este libro. He tenido que describir los hechos y los sentimientos tal como lo eran, esto ha sido un gran reto para mí y un gran aprendizaje.
Ana: ¿Costó mucho convencerla?
Para Decididos costó poquito porque ella era una de diez historias y le gustó la idea de explicar que hay personas que toman decisiones más allá de la opinión mayoritaria, que saben escucharse a ellas mismas y que se lanzan porque creen en sus capacidades. Para Doctor, no voy a rendirme necesitó su tiempo. Al principio, ella pensaba que su vida no era tan interesante como para que saliera en un libro. A mí me parece que es interesantísima. Después, tras meditarlo, optó por escribir el libro por si su experiencia podía ayudar o aliviar a alguna persona que estaba pasando por algo parecido, como convivir con una enfermedad crónica que te limita en el día a día.
Patricia: ¿Te ha servido como terapia contar tu caso?
Creo que todos deberíamos escribir un libro. Entiendo que para mí se me ha ofrecido una situación de lujo, porque no todos tenemos la posibilidad de ser apoyados por una profesional, como lo es Ana Basanta y sus experiencias como periodista. Escribir un libro de esta manera ha sido un gran aprendizaje, pero ojalá todos tuviéramos la oportunidad de escribir nuestra propia historia porque todos tenemos algo que contar. Escribir un libro representa remover tus sentimientos. ¿Qué sentiste en ese momento? ¿Cuáles fueron tus miedos? Te obliga a entrar en aquellas zonas grises, a veces hasta negras, que prefieres no tocar porque te hacen llorar o porque te dan miedo.
Ana: ¿Qué has aprendido de la historia de Patricia?
He aprendido varias cosas. Destacaría tres: que todos tenemos muchas capacidades, sólo necesitamos las herramientas necesarias para desarrollarlas; que somos más que un diagnóstico médico, y que cuando la vida te cambia involuntariamente de un día para otro hay un largo proceso de aceptación. Superarlo es alcanzar el éxito.
¿Os compenetráis bien para escribir? ¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar juntas en un libro entero?
ANA: En mi opinión, trabajar con Patricia es fácil. Es creativa, buena comunicadora y muy respetuosa con el trabajo de los demás. Sabe plantear sus puntos de vista de forma complementaria a otras perspectivas, y eso suma. Además de un año de entrevistas, Patricia aportó escritos que le habían servido de terapia en los últimos años, así como otros textos que escribía después de nuestros encuentros y los enviaba por email. Yo me encargué de encajar las piezas del puzzle y de redactar el libro, con posterior revisión de la protagonista, claro.
PATRICIA: Ha sido una experiencia muy bonita en la que aprendido mucho al trabajar con una profesional como Ana, que tiene el don de la palabra y el don de las personas, que sabe respetar un comentario y trabajar delicadamente con cada frase para representar aquello que se quiere decir, sin intentar de darle más bombo del que realmente tiene.
¿Qué nos diríais en este momento tan complicado?
ANA: Cada uno vivirá su momento con sus respectivas mochilas cargadas de dudas y esperanzas. A todos les diría ‘gracias’. Gracias a los que tienen que trabajar y a los que tienen que quedarse en casa porque formamos parte del mismo equipo. Soy de las que creen que después del confinamiento, el estado de alarma y el coronavirus, la vida no volverá a ser como antes porque no debe ser como antes. Deberíamos aprender de nuestras vulnerabilidades, como caer en el desánimo y la duda, y de nuestras fortalezas, como seguir adelante por nosotros mismos y por las personas que tenemos a nuestro alrededor. No somos invencibles, pero podemos vencer muchas dificultades.
PATRICIA: Pienso que estos retos que nos pone la vida sirven para frenar. Vivimos una vida saturada de actividades y, en muchos casos, con una necesidad de vivir experiencias extraordinarias, para sentir la adrenalina, para sentir que estamos aprovechando la vida al máximo. Vivimos en una sociedad en la que se pueden comprar muchas cosas con dinero: viajes extraordinarios a países exóticos, tirarse de paracaídas, cenas a centenares de metros de altura del mar, dormir en los árboles, volar como astronautas para sentir…¿que estamos vivos? ¿que aprovechamos al máximo nuestra vida? Tenemos pocas oportunidades de pararnos a pensar qué es lo que realmente valoramos. Atados al trabajo, al dinero y a todo aquello que va a permitir vivir estas experiencias, puede hacer que nos estemos perdiendo algo por el camino. Una situación como la que estamos viviendo nos hace reflexionar sobre lo que realmente nos hace felices y lo que realmente necesitamos en nuestra vida. ¿Jugar con nuestros hijos sin tener que correr para llegar a un compromiso de trabajo? ¿Innovar una cena con lo que tienes en la nevera? ¿Meditar tocado por aquel rayo de sol que nunca habías visto que entraba por tu ventana? ¿Estar contigo mismo? ¿Sentir lo que es el aburrimiento? ¿Echar de menos a tus amigos?¿Valorar la libertad? Puede ser que salgamos de esta situación con más conocimiento sobre nosotros mismos. Está por ver pero yo creo que esta situación, pese a que nos va a costar muchísimo a nivel social y económico, es un parón que tocaba para que algunos, aunque sean pocos, se planteen quiénes son, qué necesitan, y de qué manera piensan apoyar a este mundo ya que más que nunca se necesita colaborar y ser solidario.
¿Qué proyectos tenéis actualmente?
ANA: Además de trabajar como periodista como en los últimos más de veinte años, ahora estoy con una novela, sería mi segunda novela. Si todo va bien, creo que en dos años podría publicarse. Curiosamente, las dos están ambientadas en un entorno rural, pero por primera vez este libro no tendría que ver con el momento actual ni con nada que yo haya vivido, y eso es un reto porque implica documentarse y asegurarse de que los espacios están bien descritos, de que la ropa y la música son de la época, y de que los personajes hablen como entonces. Me espera un duro y gratificante trabajo.
PATRICIA: Hay momentos en la vida en los que sientes que haces un clic. Ahora mismo me encuentro en este momento, en el que he cumplido muchos sueños, en el que he encontrado el propósito de mi vida y en el que me toca convertir ese propósito en una forma de vivir que me haga feliz y en el que, por mi historia, por mi mochila, y por mi forma de ser, se convierta en algo útil para otros. He entrado en esta fase de la vida, en la que necesito menos para mí para dar más para los demás. Estoy convencida de que mi camino pasa por ayudar a las empresas a sentirse más parte del mundo, a aportar a la sociedad todo aquello que ellos están recibiendo y que les permite ser empresa, a ayudarles a ser más responsables con el mundo. Mi proyecto pasa por mejorar aquello que muchas de las empresas han destruido, pasa por ayudar a las empresas a ser más conscientes, a sanar en vez de enfermar. Sanar la sociedad y sanar las personas que trabajan dentro de estas empresas.