Amador Guallar, periodista y corresponsal de guerra, viene a hablarnos sobre su libro Los últimos días del África salvaje, en el que narra la lucha por salvar y proteger la fauna africana. Namibia es el único país del continente que tiene organizado un sistema en el que la caza está regulada, se produce de manera controlada y los beneficios que se obtienen revierten en toda la comunidad. En el resto de países la situación tanto de animales como de seres humanos es muy complicada y de todo ello trata este libro. Es como un canto a la vida animal en libertad que está a punto de desaparecer, y como dice el propio autor: «si algún día desaparece del todo, nuestra alma lo hará con ella».
Para situarnos, ¿cómo nació la idea del libro?
El libro nació mucho antes de que llegase la idea porque por mi trabajo como periodista viajo mucho a África. Nació mientras visitaba parques naturales y reservas. Mientras asistía a crisis humanitarias y veía como la fauna era completamente desplazada. Este libro surgió a partir de esas experiencias y gracias a editorial Diéresis que me propuso escribir sobre ellas; reuniendo las crónicas que yo consideraba más importantes y viajando otra vez a África para escribir el libro en base a lo que yo había vivido. Ese fue el inicio.
Cuando empiezan las guerras siempre son los mas perjudicados…
Se los comen. En Gaza lo primero que se comieron ahora fueron los animales del zoo. En Ucrania, en ciudades como Jarkov. lo primero que se comieron fueron los animales del zoo. Cuando hay hambre…
El tema de los zoológicos es controvertido. Hay gente a favor y en contra, ¿qué piensas de ellos? ¿Son útiles?
Depende del zoológico. Si es una entidad que se dedica a explotar a los animales solamente en su propio beneficio y están en unas condiciones no adecuadas y donde no se les respeta, estoy completamente en contra. Si el zoológico es un centro de aprendizaje que además sirve para que gente que no podría aproximarse a esos animales de otra forma lo haga, y siempre teniendo en cuenta que esos animales estén en un espacio adecuado y con unas dimensiones adecuadas. Si esos centros, como el de Barcelona, se dedican al estudio y a la recuperación de las especies, entonces me parece una buena idea.
Estamos lejos de África, ¿qué podemos hacer para poner nuestro granito de arena y ayudar a estos animales?
Primero y ante todo darle visibilidad a este tema, Leer, hablar de ello, que este tema se convierta en un tema de conversación. Si se convierte en tema de conversación hace que los poderes fácticos -desde ayuntamientos hasta presidentes del Gobierno, a quienes esto no les interesa en absoluto, tomen cartas en el asunto. Hay que incentivar no solamente la visibilidad de lo que está pasando con la fauna en África, sino la visibilidad de lo que está pasando con la fauna en España. Defendamos primero lo que hay aquí, protejamos lo que hay aquí y haciendo ese ejercicio ya será una puerta de entrada a proteger al resto de fauna antes de que sea demasiado tarde.
El ser humano se ha extendido tanto por todo el planeta que no está dejando espacio para nadie más.
Además hay que tener en cuenta que no son solo los animales a los que se está desplazando. Este libro no va solo sobre los animales que mueren o desaparecen, también va sobre los animales que se están convirtiendo en meros objetos en zoológicos al aire libre, como dice Brian Jones, uno de los protagonistas de este libro. Vale, recuperemos el león, pero le damos cien metros cuadrados… No, el león necesite miles de kilómetros. Es que el león recorre miles de kilómetros durante su vida… Así que recuperemos al león, sí pero dándole las condiciones que necesita. Entonces en ese choque entre lo humano y lo salvaje -que es algo que nunca se dejará de producir y cuantos más seamos la especie humana, peor para los animales- hay que encontrar un equilibrio. Afortunadamente en África aún hay suficiente espacio como para encontrar ese equilibrio del que hablo. Aquí en Europa eso ya es un poco utópico. Tenemos ejemplos de la reintroducción del oso en el Pirineo y todos los problemas que está causando, ¿por qué? Porque el oso ya tiene muy poco espacio para vivir allí. Aunque nos parezca que haya mucho espacio, no es suficiente porque hay muchos ganaderos… Es difícil, pero hay que encontrar ese equilibro.
Para hablar también un poco sobre tu carrera como corresponsal de guerra, ¿cuál es el conflicto que más te ha marcado?
He cubierto más de una docena de conflictos a lo largo de toda mi carrera. Empecé muy joven, con diecinueve años, y tengo cuarenta y seis; es toda una vida dedicada a eso. Sin duda el conflicto que más me ha marcado y que aún arrastro en mi cabeza, en mi cuerpo y en mi corazón es el conflicto de Afganistán; porque allí viví diez años de mi vida. Yo no iba y venia, vivía en Kabul y viví esa guerra. Después de la caída de Kabul, cuando ganaron los talibanes, lo que le pasó y le está pasando a la mujer afgana es algo que me preocupa muchísimo, porque son meros objetos. A una mujer afgana su marido le puede pegar, le puede cortar la nariz, las orejas, la puede asesinar y no pasa absolutamente nada. No tienen derecho a la educación, no tienen derecho a nada. Entonces, diez años de una vida en un país como ese es algo que llevaré siempre dentro de mí y cada día cuando me levanto lo primero que hago es pensar en Afganistán.
Pero parece que es un problema que ha dejado de estar de moda empujado por otras guerras como la de Ucrania o Gaza.
El mundo ha pasado página y al mundo no le interesa absolutamente nada… A la gente sí. Hay gente a la que le importa, pero a los líderes mundiales, a las organizaciones, a la ONU… les es absolutamente igual, ¿Perdimos ? Pues a otra cosa.
Como si una guerra desplazara otra.
Sí. He cubierto el conflicto de Gaza. Estaba en Ucrania, en el frente de Bajmut, cuando estalló el conflicto y de ahí me fui directamente a Gaza. Fui el segundo periodista español en llegar. Son conflictos que son muy internacionales porque mueven mucha gente, muchas opiniones…Entonces conflictos más locales como el afgano no interesan tanto. O hablando del tema de África, el mayor conflicto del mundo con más muertos y más refugiados no pasa en Ucrania ni en Gaza, está pasando en Sudán donde hay ocho millones de desplazados. Y allí, en Sudán, ya casi no hay fauna salvaje, ¿por qué? Porque esta gente tiene que comer. Todo está interconectado. Las migraciones, el cambio climático, las guerras, todo está interconectado. Desde ese punto de vista uno puede caer en la negatividad y pensar que el ser humano es como un virus, un lobo para si mismo y eso tipo de cosas. Por eso un libro como el que he escrito es importante… En el libro cuento mis experiencias a través de crónicas periodísticas, pero no va sobre mí, va sobre la gente que he ido a ver. Cuando conoces a esa gente, como Brian Jones, a quién mencioné antes, que fue uno de los artífices de la reintroducción del rinoceronte negro en el parque Kruger en los años sesenta, entiendes que hay personas ahí fuera trabajando muy duro y dejándose la piel por ayudar.