Asier Rey: «Leí un nombre, me imaginé un pasado para él y así, le di forma a una historia»


El invitado de esta semana es Asier Rey, cuya primera novela, Mitterrand de las mil colinas, cuenta la historia de un un exiliado ruandés.

¿Desde cuándo escribes?

Desde siempre. Por algún extraño motivo, toda mi vida me ha gustado leer, escribir. Recuerdo haber dibujado cómics con siete años, bastante desastrosos, eso sí. También intenté lanzar un periódico un par de veces, de una forma tan ingenua y aficionada que no llegó a salir de casa. Con estos mimbres, era de esperar que me lanzara a la escritura, algo que hago «en serio» desde hace unos ocho o diez años.

¿Cómo decidiste lanzarte a la aventura de publicar?

Una vez que escribes tu primera novela, es fácil lanzarse. He escrito mucho relato corto, pero el subidón que proporciona acabar un texto de doscientas o trescientas páginas es impagable. Hay algo en la cabecita que te impulsa, que te obliga a publicar; piensas, equivocadamente, que es lo más rompedor y original que se ha escrito en el último siglo, y ese orgullo del escritor novato te lleva a querer compartir tu voz con todo el mundo.

¿Cuál es tu experiencia con las editoriales tradicionales?

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Positiva. Tuve la suerte de encontrar una editorial pequeña a la que le gustó lo que le envié y nos entendimos enseguida. Es cierto que tiene ciertas limitaciones, le falta músculo y no tiene distribución convencional, pero ante todo han sido honestos conmigo. Y, tal y como está el percal, es como para estar contento y aliviado a partes iguales.

En tu primera novela, Mitterrand de las mil colinas, el protagonista es un exiliado ruandés. ¿Por qué Ruanda? ¿De dónde te vino esta idea?

En cierto modo, tuve esa idea en mi interior, escondida, durante casi veinte años, hasta que afloró. Para muchos de los de mi generación, el genocidio de Ruanda fue, junto con la guerra en la antigua Yugoslavia, el lugar donde la inocencia infantil se quebró en pedazos. Llegabas a casa, te comías tu onza de chocolate con pan, quejándote de tu día «horrible», y el telediario se encargaba de darte una bofetada de realidad. Fueron años de guerras, de hambrunas, de muerte. De alguna manera, toda esa información, toda esa amargura debía canalizarse hacia el exterior, y brotó en forma de novela. Por otro lado, recuerdo que, por un breve periodo de tiempo, estuve trabajando en un departamento de ayudas sociales, y allí tuve la oportunidad de ver personas y adivinar vidas pasadas. Un día, leí un nombre, me imaginé un pasado para él y así, casi sin darme cuenta, le di forma a una historia, que terminó por transformarse en un libro.

¿Cuales son tus proyectos futuros?

Dos, principalmente: buscar un hogar para mi segunda novela y conseguir tiempo para redactar la tercera. El primero de los objetivos, editar una novela dramática ambientada en Zamora en el siglo XX, está en proceso; ando tanteando editoriales pero no descarto lanzarme a publicar por mi cuenta. Respecto a la segunda meta, me está costando encontrar la pausa necesaria para desarrollar las ideas que bullen en la cabeza, pero es mejor así; va a contar las aventuras y desventuras de un familiar al que le tenía mucho cariño y quiero que sea una novela muy cuidada. Prefiero contenerme a desvirtuar la idea original. Mientras me atrevo, seguiré participando en foros de escritura, leeré libros, escribiré otras cosas. Relatos. Novelas cortas. Poemas. Al fin y al cabo, siempre hay algo interesante que contar, ¿no?