Fotografía: Daniel Bartolomé
Hoy nos habla de su trabajo Bill Jiménez, creador del magazine cultural Underdogs y autor de Varón de multiforme ingenio. El hambre exegética es su segundo proyecto editorial.
¿Empezaste a escribir ya de adulto?
Lo que es escribir, ponerse delante del papel con pretensiones novelescas, comenzó a los treinta años aproximadamente. Antes, me lo pasaba en grande contando historias en cualquier formato que se pusiera al alcance. Ya en el instituto dibujaba (por llamar de alguna forma a aquellos garabatos) cómics de ciencia ficción protagonizados por mis compañeros de clase. A partir de los treinta, me puse en serio con la escritura. Diez años después, tras definir mi estilo y publicar artículos y relatos en diferentes publicaciones, ya sean impresas u online, me pasé a la autoedición.
¿Cómo definirías tu estilo?
La verdad es que recorro una línea ecléctica. Comencé con el género negro, la fantasía y la ciencia ficción. Con el tiempo, y a medida que entraron nuevas lecturas en mi vida, todo ese bagaje derivó en historias cotidianas, novelas y relatos sobre relaciones sentimentales, familiares y laborales con la ciudad siempre presente. A nivel técnico, mis novelas están influenciadas por la literatura posmoderna. Incluyo narraciones fragmentadas, humor que esconde preocupaciones mayores y el empleo de rasgos de otros géneros. Existe también una reflexión de fondo sobre cómo se constituyen las historias, en ocasiones, con recursos metaliterarios y guiños entre novelas.
¿Cómo sobrevivir en el mundo editorial actualmente?
Pienso que la cosa no va de sobrevivir. Tampoco de vivir en el sentido económico. Tenemos un imaginario alrededor de autores y autoras que no se ha adaptado a los tiempos que corren. Los escritores que viven exclusivamente de la escritura son escasos, pertenecen al siglo pasado o a mercados muy potentes como el estadounidense. Una vez superada estas expectativas (comprensibles, por otra parte, ya que a todos nos gustaría vivir de lo que nos gusta), las metas cambian y te centras en otros aspectos del oficio. Para mí, la clave está en cómo vivo esta experiencia que es la escritura, ya que su práctica configura mi persona, participa de ella. A estas alturas, dudo mucho de que la literatura salga de mi vida, así que me interesa mantener una relación saludable con ella.
¿Crees que las nuevas tecnologías ayudan o perjudican a los autores?
Ayudan sin duda. En mi caso, la tecnología es una aliada desde el primer momento, ya no solo por las herramientas que me permiten editar un libro, también por todos los canales de difusión que existen. Recordemos que, décadas atrás, la publicidad de un libro se reducía a anuncios en diarios, revistas especializadas y poco más. Ahora, con un presupuesto reducido, incluso mínimo, dispones de un alcance respetable. Las redes sociales son un escaparate inagotable. Algunas personas irán por la fama pasajera, los likes y todo eso (a nadie le amarga un dulce) pero otras las empleamos como espacio de conversación e incluso de pruebas. Gracias a las redes sociales puedes mostrar tu trabajo y obtener un feedback casi inmediato. Naturalmente, no es sencillo, requiere trabajo y mucha perseverancia. Tampoco hay que caer en la trampa y creer que las redes sociales obran milagros, pero ayudan si las usas con cabeza y las ajustas a tus objetivos.
Te lanzaste a crear un magazine cultural a pesar de todo…
Creé Underdogs hace diez años. La web ha pasado por diferentes fases de actividad, con dos artículos diarios a uno cada mes. Ahora, en Underdogs solo publico entrevistas de artistas que me recomiendan o que yo mismo descubro. Huyo de la inmediatez, ya que, cuando generas contenidos “por el amor al arte”, corres el riesgo de que el amor se agote. Para mí, tiene más valor una conversación atemporal que una noticia que se desvanecerá a la semana.
¿Cuáles son tus referentes a la hora de escribir?
En mi adolescencia consumí mucha fantasía épica, comenzando por Tolkien y sucedáneos. De ahí pasé a la novela detectivesca, en concreto al hard-boiled, con Dashiell Hamment y Raymond Chandler. Del segundo aprendí el valor literario de la ironía para denunciar problemáticas sociales. También me fascina ciertos autores de ciencia ficción, como Philip K. Dick y J. G. Ballard. En la actualidad, tengo en un pedestal a Roberto Bolaño, aunque de tanto en tanto lo bajo y coloco a otros autores y autoras. También disfruto a lo grande con los posmodernistas americanos (John Barth, Foster Wallace) y, en el fondo, con los clásicos de cualquier época.
Háblanos de El hambre exegética.
El hambre exegética es mi última novela de ficción. Es una novela basada en el mundo editorial, con una protagonista, Claudia, que hará todo lo posible por editar un manuscrito que promete ser el best seller de la década. Además, la novela explora el triángulo emocional compuesto por la propia Claudia; Ferrán, su exmarido; y Violeta, actual pareja de Claudia. Entre las influencias que inspiran la novela destaco la Anábasis de Jenofonte, un clásico de la literatura griega que narra las desventuras de una compañía mercenaria en Oriente Medio. Quise llevar este mundo de batallas y traiciones a la industria editora, donde los guerreros son ahora autores, editores y ejecutivos de los grandes grupos literarios.
¿Qué proyectos tienes actualmente?
Mi idea es continuar en la misma línea durante 2020. Escribir nuevo material, retocar viejos manuscritos y explorar la posibilidad de editarlos, ya sea por mi cuenta o a través de una editorial. Además, la escritura es una práctica llena de posibilidades, en la que siempre hay algo nuevo que aprender o demostrarte.