Presentamos hoy a Juan Álvarez López poeta y autor de relatos. La sonrisa de la huida es su primera novela.
¿Desde cuándo la vocación por escribir?
Pues nace a los quince años. Empiezo a escribir cosas sin saber muy bien si se trata de poesía, o de escritos sin ton ni son. Lo curioso es que por la timidez propia de la edad se quedan ahí; cogiendo polvo en cajones. Pasan los años, y un amigo al cual le estaré eternamente agradecido, me brinda la posibilidad de incluir alguno de mis escritos en una publicación cultural («A micro pechado»); en la que llego a tener una sección mensual. Cosa que me sirve de acicate para dejar de ser tan anárquico a la hora de escribir, y al mismo tiempo crearme una autodisciplina, sin renunciar jamás a la naturalidad. Sentir saciada la necesidad de plasmar sobre el papel cualquier historia o pensamiento, produce un placer francamente muy satisfactorio. El hecho de mostrar lo que escribes, es una acción similar a desnudarte en público; con el aliciente añadido de que te puedes encerrar dentro de un búnker creativo. Yo lo denomino «letrastero», y una vez allí disfrazarte de innumerables personajes. Lo que hace que te sacudas de encima todo ese reparo a ser leído, aunque sigas siendo un prudente convencido. Y eso, sinceramente es un placer. Independientemente de gustar o no. Pero que te lean… agrada. Significa que las manos no han estado quietas. No me siento a gusto en el acomodo creativo.
¿Crees que las nuevas tecnologías ayudan a difundir la obra de autores independientes o por el contrario, genera más «ruido» y hace más difícil destacar?
Yo creo que evidentemente ayudan. A los autores independientes nos ofrece la posibilidad de darnos a conocer, de eso no hay duda. Sin ir más lejos, gracias a la labor de gente como vosotros te haces visible. Es como estar leyendo tus escritos en un estadio, rodeado de una multitud coreando y aplaudiendo, e intentar que alguien más que no sean los que están a tu lado, te presten atención. Se traduce en una utópica acción. En algo muy complicado. Pero puede darse la casualidad puntual de que todo el público de repente se quede en silencio, y en tu insistencia, te oigan. Es algo casi improbable, pero únicamente por estar ahí, no resulta imposible. Sin las nuevas tecnologías, ya prácticamente te quedas fuera del estadio, sin ni tan siquiera esa posibilidad.
Poesía, relatos y ahora una novela, ¿hay alguna de estas facetas que te atraiga más?
Las tres por igual. Aunque si tengo que ser sincero, a raíz de probar con una historia más densa y extensa que los relatos cortos, y ver que era capaz de escribir de forma intermitente algo que me llevara más de un día, me estoy centrando en la última. Ya que hasta entonces, todo lo que había hecho había sido escrito ipso facto. Si tenía ganas escribía, si no… ni abría la página en blanco. Soy de impulso urgente; de ¡venga!… a escribir. Con una idea, sí, pero sin tener todos los cabos atados. Algo comparable a ese vaivén del oleaje, que lo mismo te ayuda en la maniobra de atracar en puerto, que te guía a encallar en una roca. Digamos que nace una tensión necesaria en la imaginación, que provoca lo que se plasma. Con la novela he aprendido a parar en un momento dado, para retomarla otro día. Y hacer algo que me resulta muy complicado, que es leerme a mí mismo. Lo pasaba fatal. No sabía si me gustaba lo que escribía o no. Nunca me he parado a pensar en ello, la verdad. Disfruto leyendo a otra gente, pero no lo mío. Me identifico plenamente con la frase de Asimov que decía: «Escribo por la misma razón por la que respiro, porque si no lo hiciera moriría».
¿Cómo ha sido el paso de escribir relatos a lanzarse a una novela?

Ha sido una experiencia muy satisfactoria. Algo muy natural. Me rondaba desde hace años la idea de hacer una novela, pero tal y como he contado, no sabía si iba a ser capaz de hacer algo que me llevase más de un día. Ya había hecho un amago en mi primer libro auto editado (Letrastadas), con una historia que se titulaba Escríbete despacio que tengo prisa. Pero no logré pasar de treinta páginas más o menos sin llegar al desenlace. Así que me puse a escribir La sonrisa de la huida sin tener casi nada definido; con la única idea clara de que fuese una historia que tuviera tintes de road- movie, y con la música de banda sonora. Un protagonista principal: Iván. Huérfano. Criado al amparo de los servicios sociales. Un chaval que alcanza la treintena cultivándose culturalmente de forma autodidacta, y que hace de la amistad su núcleo familiar. A Iván le va a dar todo un vuelco sin comerlo ni beberlo, mientras van surgiendo otros personajes de diferente pelaje. He abarcado varios géneros del rock sin ceñirme a uno en concreto. Los personajes fueron apareciendo sobre la marcha, al igual que todos los giros que va tomando la historia. Intercalaba de vez en cuando reflexiones metafóricas del protagonista principal de la novela, con pasajes narrados. También diálogos nacidos de forma directa. No quise adornar en exceso, ni revisarla mucho. Quería probarme si era capaz de ir más allá de aquella treintena de páginas. Y sin darme cuenta, iba rodando cuesta abajo. Y lo más importante: disfrutando a la vez que la escribía. Por eso no me compliqué con los escenarios; elegí sitios que conocía a la perfección. Las calles del Raval de Barcelona han sido fuente de inspiración durante toda mi vida. En el pasado me he perdido en esos callejones en busca de inspiración durante infinidad de horas. Y aunque en la actualidad no viva allí, tenía que estar muy presente. Soy barcelonés. Me considero «ramblero» de la Barna preolímpica; la de barrios y con identidad marcada. Aunque también transcurra gran parte de la novela en Valladolid. ¿Tenía que haber sido todo más premeditado? Tal vez, pero no hubiese sido igual. La finalicé sin darme cuenta en muy poco tiempo (dos meses escasos) y a ratos libres. Se podría decir que está escrita de píe.
Danos más detalles de La sonrisa de la huida.
En lo referente a la novela, se trata de una aventura que nace de una casualidad, sobre la que impera el amor desgarrador. Un tuteo entre los don nadies y los que son alguien. Un pulso entre los sentimientos y el materialismo. De almas perdedoras y luchadoras que transitan por el mismo filo que otros más privilegiados. Yo lo definiría como un canto callejero; dedicado a los espíritus libres que caen en el lecho de las emociones, mientras recorren kilómetros de carreteras, y se dejan las suelas por las calles del centro de Barcelona, intentando escapar de un destino impredecible.
¿Cuáles son tus referentes a la hora de escribir?
En lo que a poesía ser refiere: Antonio Machado, porque mi madre se encargó de que me interesase por él. Ya fuese con alguna poesía, o con canciones de Joan Manuel Serrat. Alejandra Pizarnik me encanta. Baudelaire, Laura Giordani… etc, etc. Escritores, no sé… son muchos, pero así a bote pronto… nombraría a: Juan Marsé, J.D. Salinger. Roberto Bolaño, Javier Pérez Andujar.
La música parece jugar un papel importante en tu obra literaria…
Y en cuanto al papel que juega la música a lo largo de la novela, me gustaría expresar que sigo creyendo que en el mundo de la música cantada en castellano, y centrándome básicamente en el rock, he tenido a toda una pléyade de letristas a los que considero que no se les ha hecho justicia. Pues la letra de una canción puede albergar muchas veces todo un mundo. Y creo con seguridad que letristas del calibre de Enrique Villarreal «El drogas», Roberto Iniesta, Yosi, Josele Santiago, y muchos más… Me han servido de influencia. Los considero mis maestros; empujándonos a muchos jóvenes de entonces a interesarnos por la literatura, y ver que dentro de esas guitarras y esas melodías, se escondían en muchas ocasiones verdaderos versos. Y ya no me ciño al rock específicamente; pues el antes citado Joan Manuel Serrat, o Joaquin Sabina, Aute… podrían ser más reconocidos dentro del universo de la literatura, conjuntamente con los que antes he nombrado. Cuando se le concedió el premio Nobel de literatura a Bob Dylan, sinceramente, me alegré.
¿Qué proyectos tienes?
Actualmente estoy inmerso en otra novela. Es una historia que empieza en New Jersey, y luego ya transcurre en su totalidad en una localidad ficticia de La Mancha, concretamente en el Campo de Calatrava, que es donde vivo. Al principio iba dando un poco palos de ciego mientras avanzaba un poco. Sin embargo, con unos capítulos acabados, me estoy dando cuenta que me sucede lo mismo que con la anterior, ya van saliendo personajes y va tomando todo forma. Se mezcla lo cotidiano con un conjunto de misterios que van creando una atmósfera inquietante. Aunque esta vez no es todo tan a salto de mata, sino que me estoy documentando algo más, ya que no conozco tanto el escenario principal. Pero ante todo, procuro dejar a la naturalidad rienda suelta, independientemente del resultado.
Quisiera para terminar agradecer a Resistencia literaria toda la atención prestada; su amabilidad, y todo el apoyo brindado a los autores.
Gracias a ti por acompañarnos.