Nos visita Josep Maria Girona para presentar su novela No me llames loca, publicada por Roca Editorial.
En su novela No me llames loca se narra la lucha de la protagonista para elegir su propio camino y aparecen figuras del incipiente feminismo en la España de principios del siglo XX. ¿Cuáles considera que son las diferencias esenciales entre ese feminismo y el actual de la «cuarta ola»?
La actitud de la protagonista con respecto a los problemas derivados de las desigualdades de género, que en aquellos años eran tremendas, nada tiene que ver con la defensa de esos valores en la actualidad. No creo que ella sea consciente de que su actuación tenga una componente feminista. Julia no es una activista sino una mujer, joven, que aplica sentido común, se quita de encima comportamientos atávicos, solo porque le impiden avanzar, y actúa en consecuencia. Solo eso. Que es mucho si retrocedemos cien años y nos acercamos a aquella sociedad patriarcal, hiperconservadora, religiosa y violenta en la que le tocó vivir. Se podría decir que se trata de un protofeminismo, de un aprendizaje, anterior al sufragismo, muy vinculado a la formación de las mujeres como elemento básico para empezar a ser dueñas de su propio destino.
¿Qué supuso la creación de la Biblioteca Popular de la Mujer en Barcelona?
El centro pasó por muchas fases a lo largo de su historia. Nació en la parroquia de Santa Anna, en 1909, y en un primer momento fue una biblioteca pensada para que las mujeres pudieran leer al salir del oficio religioso convirtiéndose así en la primera biblioteca femenina existente en Europa. La respuesta que obtuvo la iniciativa fue tan buena que un año después se trasladó a un edificio de la calle Elisabets, mucho más amplio, y las puertas se abrieron a todas las mujeres con independencia de su adscripción ideológica. Allí convivían la mujer burguesa y la mujer anarquista. Y, además de ser un espacio en el que se podía leer, evolucionó para impartir materias con el fin de preparar a la mano de obra que exigía la modernización que impulsaba la Mancomunidad al poner en marcha diversas escuelas de capacitación (de bibliotecarias, de enfermería, de capacitación agraria entre otras), red de carreteras y de telefonía en todo el territorio catalán. También se impartían clases de dactilografía, delineación, idiomas, costura, cocina y un largo etcétera. Y periódicamente se organizaban conferencias. El éxito fue tan rotundo que en 1922 se produjo el traslado definitivo al edificio de la calle Sant Pere Més Baix, lugar en el que ahora se aloja la biblioteca Bonnemaison y que durante el franquismo fue sede de la sección femenina de la Falange. En definitiva, la Biblioteca Popular de la Mujer consiguió que las mujeres se formaran y hablaran entre sí de aquello que les unía: su género.
El personaje de Paquita Verdaguer representa a un feminismo que no renuncia a un marco social conservador.
Porque Paquita Verdaguer (casada con Narcís Verdaguer, primo hermano de mosén Verdaguer) o Francesca Bonnemaison era conservadora y estuvo vinculada a la Lliga Regionalista llegando a ser la responsable de la sección femenina de este partido. En su discurso la figura de Dios estaba en el centro y consideraba que la primera obligación de la mujer era el de garantizar el paso de generación tras generación, pero, preocupada por la creciente tensión social, se planteó que las únicas capaces de rebajar la crisis de la época entre anarquistas y patronos, eran las mujeres, de los unos y de los otros; concluyó que los problemas de género eran transversales y que la manera de rebajar tensiones y de que empezaran a valerse por sí mismas sin depender del marido que les tocara en suerte pasaba por la educación y la formación. Y aquí empezó su magna obra.
En la lucha de clases descrita en la novela, las dos partes enfrentadas defienden en cierto modo que la violencia es legítima contra el adversario. ¿Cree que es a través de la cultura como se puede romper ese círculo vicioso?
Sin duda. No solamente en relación a episodios violentos. La formación y la educación son básicas para romper cualquier tipo de círculo vicioso. Más cultura y menos pistolas. El problema es que la cultura tarda mucho tiempo en asentarse y la pistola la tienes de inmediato.
¿Cree que en la actualidad se ha sustituido la lucha de clases por la lucha de identidades? De ser así, ¿eso favorece o perjudica la igualdad real?
Siempre han existido luchas sociales y siempre han existido luchas identitarias. El problema es el de compaginar ambos conflictos. Y eso no siempre es fácil.
Un siglo después de lo narrado en No me llames loca y a pesar de los avances logrados, la lucha de clases y de reconocimiento de la mujer en la sociedad siguen vigentes, ¿es una lucha eterna condenada como máximo a «reducir brechas»?
No creo que las luchas para resolver problemas tan profundos como los que planteas tengan un final. Ojalá fuera así de fácil. Habrá etapas, momentos álgidos, victorias, derrotas, situaciones en las que pensaremos que habremos llegado al final, pero saldrán nuevos elementos que volverán a poner en primera línea otras reivindicaciones. Eso en el caso de la sociedad occidental y más avanzada porque no debemos olvidar que en el mundo hay espacios en los que la mujer está a años luz de la lucha que se está librando aquí. En el fondo se trata de ir evolucionando.
¿Cómo ha vivido y está viviendo estos momentos de incertidumbre por la pandemia? ¿Es de los que pudo seguir trabajando o sufrió un periodo de bloqueo?
El día 10 de marzo del año pasado mi editora, Blanca Rosa Roca, me dijo que quería publicar No me llames loca; cuatro días después se anunció el primer estado de alarma. Así que aproveché el confinamiento para ordenar y corregir el manuscrito. Pero pasé por momentos en los que tuve dificultades para mantener la concentración. Suerte que el trabajo principal ya estaba hecho. Y la incertidumbre por lo que pudiera acaecer ante una situación tan crítica como la que estamos viviendo te llega a provocar desasosiego.
¿Está trabajando ya en algún proyecto nuevo?
Algo hay, sí. Pero todo está aún muy verde. Me gustaría seguir jugando con personajes de ficción que interactúen con otros de reales en una época quizás no tan alejada de la que se representa en No me llames loca. Quisiera acercarme a personas que se mueven en las fronteras del sistema.