Eugeni Verdú nos visita para presentar su nueva novela La abadía de los herejes publicada por Roca Editorial.
La abadía de los herejes es su segunda novela tras Opus Spicatum, la crónica prohibida, aunque hay varios años de diferencia entre la publicación de una y otra, ¿por qué ha vuelto a la novela histórica?
Me apasiona la historia y el arte; por tanto, todo aquello que implique estudio y documentación, aunque agotador, resulta gratificante. Todavía hoy se descubren historias y datos del pasado que nos son tan desconocidos como sorprendentes. Tal vez sea simplemente el reflejo de mis vidas pretéritas (si las hubo). Lo sea o no, reconozco que me encuentro cómodo recreando esos ambientes pasados. Ya con dieciséis años me interesé por el origen de las culturas precolombinas de América. Ello supuso y sigue suponiendo años y años de búsqueda y documentación, pero no por ello me detengo; sigo estudiando.
Esta novela tiene reminiscencias de las novela de Eco, El nombre de la rosa.
Umberto Eco logró lo que no ha conseguido nadie en otros géneros de la novela, ya fuere wéstern o incluso la propia ciencia ficción; y es que toda intriga acontecida en un monasterio medieval se relacione inevitablemente con él. Pero creo realmente que poco o nada nos vincula en trama y estilo. Tal vez, y eso me enorgullecería, si podríamos coincidir en la preocupación por recrear la misma atmósfera, escenario y tensión ambiental. Eso es algo a lo que doy mucha relevancia. Mi gran reto, siguiendo las ideas del filósofo Jacques Derrida, es tratar de recrear con detalle la ambientación de una época a fin de percibir mejor unos hechos o ideas manifestadas desde lenguas o épocas diferentes a la que nos es propia. De ahí la importancia de la recuperación de los datos históricos y antropológicos, pues resulta difícil entender la esencia de un pensamiento fuera de su terreno. También podría compartir con Eco el gusto por el libre albedrío, es decir, que un lector decida quedarse en la primera capa de la lectura, y a otros, sin embargo, les resulte más gratificante indagar en el significado que pueda advertir tras su revisión; atender a lo que realmente significa o pretende significar. Pero como digo, formalmente resulta difícil encontrar otras coincidencias más allá del concepto thriller histórico con apuntes de novela histórica culturalista. Eco es un maestro de maestros, y un gran pensador, pero emplea muchos circunloquios e incluso ambigüedades, y sin embargo mi estilo es directo, en donde la sucesión de hechos tienden a precipitarse. Sirva de botón de muestra que si bien para Eco lo importante es la dialéctica entre código, signo y mensaje; mi interés se ciñe a que los monjes de la La Abadía de los Herejes consigan los códigos para descifrar los mensajes secretos.
La acción se sitúa en el siglo XIV una época convulsa con una epidemia en marcha, la Inquisición pontificia, dos Papas…¿le atrae especialmente la Edad Media?
Ese periodo abarca aproximadamente desde el siglo V al XV, es decir, prácticamente mil años, y aunque para algunos pueda calificarse de era oscura, fue precisamente la que estableció las bases de la Europa actual. Los cambios culturales, políticos, sociales y económicos dieron lugar a ese sustrato común que compartimos todos los europeos. Sin duda fue una época durísima y misteriosa, y precisamente por ello resulta tan atrayente. Hay ciertos estudiosos que pretenden desdeñarla en favor del Renacimiento; no obstante, y no es casual, la tesis que trabaja mi novela es que sin ese periodo «oscuro y tenebroso» de contrición y culpa jamás hubiera podido ser concebido el embrión del Renacimiento. Es pues causa y efecto; y esa su grandeza.
¿Cómo ha sido el proceso de documentación?
Ha sido larguísimo. En una novela de estas características, la documentación empieza mucho antes de iniciar el primer capítulo, y solo finaliza cuando entregas el manuscrito a la editorial. En este concreto caso, y aunque existan paréntesis, la fase de documentación y el tiempo dedicado a escribirla se corresponde a seis años de trabajo.
Hay una trama de espionaje, casi con unos protoservicios secretos vaticanos…
Así es, eso es precisamente lo que me atrajo de las postrimerías del siglo XIV; o dicho de otro modo, si decidí situar la novela en ese exacto periodo fue con toda intencionalidad; diría que con la precisión de un cirujano. Ese justo momento me ofrecía la posibilidad de hablar de la peste bubónica, de guerras, de hambre, sequias, y del Cisma de Occidente; o lo que es lo mismo, el enfrentamiento entre dos papas y sus alianzas políticas; y en sotto voce quedaba el arduo trabajo de sus informadores, una red de espías que se convierte en la trama secreta de la novela. Los papas siempre dispusieron de excelentes servicios secretos, no en vano la Iglesia constituía el plato más apetecido de los reinos vecinos.
También trata el tema de la epidemia, en este caso como un motor de cambio que, a pesar de todo, hace avanzar a la humanidad. ¿Cree que esto es siempre así? ¿Cómo piensa que evolucionará la situación en nuestra época?
La novela se constituye básicamente como thriller medieval, pero como ya ha advertido algún periodista y crítico, tras esa intriga hay muchas capas, varios pliegues con diferentes lecturas, y uno de tantos se incluye en la afirmación final: «Desafortunadamente somos lo bastante necios para no darnos cuenta de que la historia se repite, y lo único que cambian son los decorados». De ser así, como se indica en el prólogo (Antelogium), si las catástrofes del siglo XIV posibilitaron el Renacimiento, que a su vez implicó que del teocentrismo pasáramos al antropocentrismo; bien pudiera suceder ahora que desplazando al hombre de ese centro, consiguiéramos poner a la naturaleza en su lugar. Quizá me tachen de optimista, pero las bases para el cambio ya se dan. El problema es que eso no será inmediato; lo vivirán nuestros nietos.
¿Qué puede decirnos de Ejean, el protagonista?
Ejean es un joven dinámico, tenaz e intuitivo, y de inmediato se hace con el cariño del lector. Cuando entra en escena, su panorama es desolador; tan horrible que sus vecinos incluso deciden narcotizarlo con las drogas de la época para aquietar su dolor. Pero a pesar de ello se sobrepone a sabiendas que con independencia del estado anímico que padece, su obligación es tratar de rescatar a sus hermanos y restituir el honor perdido de sus padres. Hay que advertir, no obstante, que el protagonista vive cierta transformación; una evolución que se intuye tras el viaje iniciático que le ha llevado a buscar las codiciadas fórmulas que le conviertan en el mejor forjador de espadas. El lector verá, poco a poco, página tras página, como se transforma, como va dejando a un lado las armas y se inicia en el conocimiento. Pasa de un pensamiento intuitivo a otro discursivo. Justo es decir que la figura del monje Bardou le sirve de contrapeso ideal en la novela: un monje frio, distante, intelectual y exageradamente racional. Además, junto a Ejean, y propiciando precisamente ese contraste, deambulan algunos personajes que personifican los pecados capitales como la avaricia, la lujuria y la ira; otros simplemente son víctimas de la culpa y el miedo.
¿Qué proyectos tiene? ¿Habrá una tercera novela?
Afortunadamente tengo concluida una tercera novela, pero decidí cambiar de época y género; es policiaca y actual, aunque sin duda bebe de las mismas fuentes: la obsesión por el arte, la historia y la intriga. También la minuciosa documentación sigue siendo el caballo de batalla. No obstante, y evocando a Pirandello, creo que Ejean, y el mismo Bardou son unos personajes que han encontrado a su autor, cuentan conmigo para existir y mostrar su destino; mi mayor deseo sería sentarlos frente a la chimenea, escuchar su nueva historia y escribirla.