Juan Álvarez: «Escribir es un acto introspectivo y solitario»


Juan Álvarez López presenta su tercera novela, La Sed del Charco.

Tienes ya entre manos tu tercera novela. ¿cómo valoras el camino recorrido?

Positivamente. Está claro que a lo largo del proceso van sucediéndote circunstancias, en las que hay momentos que ves las cosas más claras que en otros pasajes. Me gustaría compararlo a un trayecto de tren, en el cual desde el punto de partida hasta el de llegada, has tenido que pasar por unas estaciones en las que unos se han bajado y otros se han subido al vagón. Al final, te quedas con la satisfacción de que escribir no es un esfuerzo, sino una necesidad que te llena plenamente, pese a tener que arañarle del tiempo muchas veces a la familia, al descanso. Eso es lo que no se suele contar, ni mucha gente suele ver: las horas invertidas en la acción de escribir, en la pasión por escribir.

¿Qué puedes contarnos de La Sed del Charco?

PortadaPues que creo que además de una trama en la que pivotan sus personajes, mantiene algo muy humano en su interior, para lo bueno y para lo malo. Transmite sentimientos como la amistad, el amor, la honestidad, la humildad, etcétera, pero también lleva consigo a la traición, el sentimiento de culpa, el resentimiento y hasta el perdón. Ahonda mucho en cómo las personas podemos reiniciar nuestra propia vida en un momento dado, sin importar la edad. Nunca es tarde para intentar vivir con esa coherencia personal que todo el mundo debería tener. Es una novela más de personajes que otra cosa.

¿Quiénes son los raindogs?

Los raindogs han estado presentes en La sonrisa de la huida, Piedra, papel y Zobeira y en este La sed del charco como los protagonistas. De alguna manera, Iván, Félix y Jacobo (Justo e Inma también son protagonistas en este último), comparten aspectos comunes entre ellos, todo y que sean muy distintos y sus vidas todavía más. Tal vez sean seres que se abrazan al desarraigo y que al igual que definió Tom Waits a los raindogs… vagan por ahí sin saber volver a casa, ya que la lluvia les ha borrado las huellas. Son tan especiales y antihéroes al mismo tiempo, que cobran más peso todavía a la hora de significar algo en las vidas de los otros. Tienen un haz de luz que no necesitan proyectar. Sin embargo, son necesarios para alumbrar a los demás.

¿Consideras que con estas tres novelas has finalizado un ciclo?

Sí. Huyo de los patrones. Siempre me han atraído los retos distintos, aunque luego, pasado un tiempo, me vuelva a refugiar en el núcleo de la imaginación. Lo que empezó con una novela urgente, como fue la primera, en la que tras muchos años escribiendo relatos cortos, quería probar a ver si era capaz de hacer algo nuevo, ha acabado convirtiéndose en un disfrute. Todo de una manera muy natural y con la premeditación mínima que la propia historia demandaba. Al final de los tres libros, si miro la libreta de anotaciones… apenas tengo apuntados un par de nombres y cuatro cosas en la primera hoja. Es algo que yo mismo me recrimino durante el proceso de creación, pero que luego, cuando la gente te da su opinión; ves que quizá ahí esté el encanto, por decirlo de alguna manera. Es algo que ha fluido de una forma natural, sin forzar nada.

El paisaje vuelve a tener un gran protagonismo en la historia.

Decididamente sí. Esta vez cuento con dos escenarios que conozco muy bien, que son el de Barcelona y el de Terras de Trives (Ourense), con una aldea muy especial para mí llamada Pena Folenche. Me pareció una bonita forma de cerrar esta etapa. La Sonrisa de la Huida empezaba y transcurría casi en su totalidad en Barcelona. Y Piedra, Papel y Zobeira acababa en el Concello de Trives. Por lo tanto, qué mejor forma de unir esos dos puntos tan representativos para mí que dándoles ese papel. Aunque recalco, que también, hay pasajes de la novela que transcurren en la zona de Castro Caldelas, así como otros en la ciudad estadounidense de Boston.

¿Cómo definirías a Jacobo, el protagonista?

Más que como un superviviente de sí mismo, lo definiría como un resistente de la propia vida en sí. Una persona capaz de reinventarse; que pasa de estar a punto de tocar el cielo a acabar en el infierno, y volver de allí convertido en alguien distinto que tiene muchas responsabilidades personales con su entorno, concretamente con todo lo que rodeaba a su banda de rock “Los Vendidos”. Él, pasa una larga temporada en prisión, y entre la voz de la conciencia, las lecturas a Platón y la variada discografía de Iggy Pop, a la que dedica monográficas escuchas en su celda, sale un Jacobo que tienen más que ofrecer en lo personal de lo que los otros creen o aprecian. Su metamorfosis se traduce en un estado filosófico de paz consigo mismo y con los demás, aunque para ello tenga que enterrar a muchos de sus fantasmas del pasado.

También tenemos una amplia galería de personajes secundarios.

Sí, cierto, tras Jacobo están Justo e Inma, que son los otros dos protagonistas. Ellos se encargan de limarle la personalidad en el momento preciso. Justo tiene mucho peso en la novela, pese a no querer ser alguien importante. E Inma es la catalizadora de la trama, tanto para lo bueno como para lo malo. Luego está Tommy, que es un antiguo manager que hizo de padre de Jacobo, y su sensual mujer francesa (Cler). Un miembro de una organización criminal (Dimitri “El Sacacorchos”). Un trasnochado mando policial (El Intendente Tramullas). Una pareja de enigmáticos ancianos que residen en una aldea del interior gallego (Olimpia y Oscar) y que guardan un gran secreto. Añadir también que tienen un cameo los dos protagonistas de las otras dos novelas, que aparecen en diferentes momentos. Y ya como anécdota, el hecho de haberme permitido la licencia de meter en la cárcel a mis amigos por obra y gracia de sus motes (El Papasmoscas, El Rinardy, El Gabi, etc).

¿Estás trabajando en algo nuevo?

Acabo de comenzar otro. En esta ocasión sí que tengo que estructurar todo y anotar cosas a modo de esqueleto. Va a ser un proceso distinto, porque es la primera vez que tengo el guion en la cabeza y no lo voy haciendo a la vez que avanza la novela. Pero bueno, eso lo digo ahora (je, je). Voy a intentar (luego ya veré si sale o soy capaz) plasmar diferentes situaciones, que ya únicamente por ese detalle, sé que van a significar un nuevo reto, que al fin y al cabo es de lo que se trata, de ir recorriendo caminos por explorar y disfrutar mientras pisas por ellos. Porque escribir es un acto tan introspectivo y solitario, que si no es para que te llene de satisfacción a la hora de llevarlo a cabo, puede perder su frescura y su gracia. Añadir que me reitero de nuevo en dar las gracias a Resistencia Cultural por toda la atención, alabando y aplaudiendo la labor que lleváis a cabo en pro de la cultura y todo lo que le rodea. Enhorabuena.

Gracias a ti.