Nuestra revista nació con la idea de acercar la cultura a la gente, dentro de nuestras posibilidades. Por ello también queremos entrevistar a personajes anónimos (o no) que tengan algo interesante que compartir relacionado con la cultura. Para iniciar esta sección, traemos a Rosa Alcántara, vecina de La Llagosta, que perteneció durante muchos años al elenco del Teatro del Liceo de Barcelona.
¿Cómo empezó en la música?
A los ocho años empecé a dar solfeo y canto con un profesor, hasta los diez o doce años. Entonces empecé a estudiar en el Liceo. Allí el profesor me dijo que me apuntara a piano. No podia pasar exámenes oficiales porque no tenía dinero para pagarlos. A los catorce años llamaron a mi madre y le dijeron que sería bueno que pasara el examen para ingresar como alumna oficial en el Liceo. Entonces me puse a trabajar en la fábrica de naipes Comas para poder pagarlo todo.
No eran tiempos fáciles.
Le hablé claramente a la profesora de canto porque no tenía dinero para pagarlo todo. Ella habló con la profesora de idiomas del Liceo, con Amalia Negri, pero me dijo que las clases de idiomas eran obligatorias para cantar. Me dijeron: «si no llegas a cantar, no pierdes nada si sabes un idioma». Así aprendí tres idiomas. Pero, las partituras… Todo era prestado porque no podía comprar nada. A mí todo eso me parecía una fantasía tan grande…
¿Y como salió adelante?
Tampoco podía pagar las clases de interpretación que obligaba el Liceo, por lo que el profesor de música me daba también nociones de teatro. Me gustó y me dije que quería las clases de interpretación del Liceo. Pensé que me buscaría otro trabajo y me fui a una fábrica de papel. Me dijeron que entraría de contadora de papel y que si trabajaba a destajo, ganaría más. Y me puse a trabajar a destajo… Así que tenía dos trabajos y las clases… Acabé cogiendo una pleuresía. Tenía poca ropa y mucho trabajo… Pero a partir de ahí todo empezó a mejorar. Ya podía dar dinero a mis padres. Siempre que oía que faltaba personal en algún sitio, allí iba.
¿Cómo llegó a debutar ante el público?
El profesor particular con el que estudiaba me llamó y me dijo que estaban ensayando una zarzuela. Me propuso que la ensayara yo también a ver si podía entrar en la compañia como meritoria. Sí, me puso varias zarzuelas para ver cual me encajaba mejor. Canté Molinos de viento y me salió muy bien. Y ahí entré en los teatros de zarzuela. En el Poliorama se hacía revista y en los descansos se cantaba y ahí empecé también… Conocí a todos los artistas de la época. Y de allí entré a cantar zarzuela en el Paralelo. Una compañía de aficionados me contrató y allí me quedé. Así ya tenía el repertorio de zarzuela fijo.
¿Y cómo fue entrar en el teatro del Liceo?
Entré en el Liceo porque una bailarina de allí me dijo: «¿cómo no vas al Liceo, tú que tienes solfeo, canto, que has estudiado allí en el conservatorio, y que has ido al Instituro del Arte?». Era la bailarina segunda del Liceo y habló con la profesora de idiomas, Amelia Negri, que se acordaba de mí, y consiguió que me hicieran una prueba. Cuando entré en el Liceo tenía diecinueve años.
¿Qué tal salió la prueba?
Ella, la bailarina, me acompañó hasta la puerta de donde debía hacer la prueba y me dijo: «Ten en cuenta que no sé lo que te van a preguntar, pero sólo te pido es una cosa: Sé tú. No empieces a decir es que no podré, es que no lo sé…». Al entrar me dijeron: «aquí para hacer una prueba, no se admiten ni zarzuela ni canciones. Ha de ser algo como el Aleluya de Mozart o un requiem o una pieza de ópera…». Como de ópera no tenía nada, pues dije, el Aleluya de Mozart, que ya lo había cantado alguna vez. No me acuerdo del día que era porque del impacto, me olvidé hasta de la forma que tenía el teatro. Todo oscuro, toda la orquesta iluminada. Allí el director, que me pareció inmenso… No sé si era inmenso o no, pero a mi me pareció enorme, y yo tan pequeña en ese escenario tan grande… Empiezo a cantar y a hacer toda la filigrana… Y como hay una parada para hacer el pizzicato… Comienzo a hacer el pizzicato y me dice: «¡pare!» y pensé: «ya está». Yo dije: «Lo siento, es que…». Y me contestó: «no tiene que sentir nada, ahora vaya a la entrada principal y allí le dirán lo que tiene que hacer». Bueno, era la entrada principal de artistas y tenía que ir a las oficinas, que entonces era Antoni Pamies el director del Liceo.
¿Cómo fue el debut en el Liceo?
La primera vez que canté fue en una ópera y fue en el coro, pero estaba muy atrás y no se me veía para nada. Era una ópera alemana… Y después salté a La Boheme, en el coro y además tenía un papel extra. Hice el papel de niña, como soy tan pequeña.. Y el tenor era tan grande, (risas). También actué como una de las chicas con las que trataba el protagonista en Andrea Chenier.
¿Qué obras recuerda con más cariño?
Turandot. La primera vez que la hice yo sólo hacía el coro, pero un día me llamaron y me dijeron que haría un papel. Pensé que sería como la niña de La Boheme, salir y ya está… Pero en Turandot hay una escena en un balcón, cuando el coro canta: «Silencio…», en la que una mujer contesta también: «Silencio…» (canta). Mira, se me ponen los pelos de punta… Yo nunca pensé que cantaría esto y sí… Salí en el programa y todo. Por eso quise despedirme con esta ópera cuando me retiré… También hice un papel en Sour Angelica, pero, Turandot fue especial.
Entonces, ¿ha compartido escenario con mucha gente conocida?
Como parte del coro he actuado con Alfredo Kraus, con Renata Tebaldi, con Joan Sutherland… Madame Batterfly la hice con Montserrat Caballé… Y su marido era el tenor… Fue el día en que nos dijo que se casaban… Era fabulosa, normal con todo el mundo.
Tendrá muchas anécdotas.
Muchas, muchas. Con Maria Callas… Llegué un día para ensayar y el profesor me dice: «no hace falta que te cambies, que no hay ensayo». Yo pregunté: «¿por qué? Si está ella aquí». «Precisamente porque está ella», me contestó. «No quiere a nadie por aquí…». La Callas pagó el día de ensayo a toda la compañía y no quiso a nadie en el teatro para que no la molestaran… Y al final le falló la voz al principio del recital. Y la Tebaldi, no sé si porque yo era muy poquita cosa o qué, pero me cogió confianza. Un día bajé y la encontré llorando. Le pregunté.: «¿Qué pasa?«, y me abrazó y me dijo: «si estás deprimida, no cantes». Son aventuras que una pasa… Y Alfredo Kraus era muy compañero, siempre invitaba a toda la compañía a comer cuando acababa la temporada.
Y para terminar, y ya que la revista se llama Resistencia Literaria, siempre preguntamos a nuestros entrevistados qué les gusta leer.
Prefiero los relatos cortos y las novelas que sean ágiles. Me gusta la novela negra y las que tratan temas científicos y de espías.