El profesor de baile de las señorita Seymour, de Eleanor Rigby es la segunda entrega de la serie de Minstrel Valley. En este caso tenemos la historia de una alumna de la escuela de señoritas de lady Acton, Romola Seymour y del profesor de baile sustituto, Edward Hastings. Ella es patosa y muy poco habilidosa para el ejercicio, pero posee una inteligencia y unos conocimientos muy superiores a los que se consideraban apropiados en la época para una mujer. Él, por su parte, se ha escondido detrás de una coraza para ocultar sus sentimientos y emociones. Así pretende huir de un pasado doloroso que le ha hecho perder hasta la inspiración musical. Desde el primer encuentro (o más bien encontronazo) se establece una curiosa relación entre los protagonistas que les llevarán más lejos de lo que esperaban.
También podemos encontrar algunos personajes que ya aparecieron en la primera novela de la serie y de los que poco a poco se va descubriendo cómo discurren sus vidas. Tenemos ya la escuela de señoritas en pleno funcionamiento y conocemos algo más sobre sus profesores, pero sobre todo de la relación entre las alumnas. Éstas han acabado formando una piña a pesar de los caracteres tan dispares de todas ellas. Por otra parte, también se muestran diferentes maneras de abordar las relaciones amorosas: no todas las chicas son iguales y las hay muy románticas, pero también treméndamente prácticas en cuanto al matrimonio, actitudes en consonancia con el carácter de cada una. Esto le da un toque de realismo.
El interés por denunciar la situación de la mujer a principios del siglo XIX sigue presente en esta entrega, sobre todo a través de la situación de Beth, una de las alumnas. Aparte de esto, en esta ocasión la leyenda distintiva del lugar tiene un papel muy destacado en la trama.
Es una novela divertida y resulta muy refrescante tener a una protagonista con una belleza poco convencional, pero que es perfectamente capaz de conquistar por su naturalidad e inteligencia; y a un galán atractivo pero con poca experiencia en las lides amatorias. Siempre es interesante encontrar una novela romántica que se aleja de las convenciones del género. Además te puedes reir mucho con las conversaciones de los dos jóvenes, que no tienen desperdicio.
Tenemos una historia para pasar un rato agradable y esbozar alguna que otra sonrisa. Sólo añadir que el final (que no voy a destripar, que no cunda el pánico) con tantos “nervios” me ha llegado a resultar conmovedor.