Para despedir el año de entrevistas nos hemos ido a dar un paseo por la montaña de la mano de Juanjo Garbizu, autor de Monterapia y Slowmountain.
¿Cómo surgió la idea de escribir?
En realidad a escribir la típica carpeta de relatos, pues con dieciocho años. Escribía para mí, sin más. El tema del primer libro, Monterapia, había estado el día anterior a tener la idea escuchando una conferencia de un libanés. La típica conferencia de autoayuda y estuvo muy bien. Me quedé con ello. Al día siguiente era sábado y me fui al monte, a una sierra de aquí de Guipúzkoa, la sierra de Aralar. Y cuando iba subiendo me vino a la cabeza la conferencia del día anterior y pensé: «creo que aquí hay una conexión muy buena y muchas similitudes entre la vida cotidiana y la montaña». Conforme iba subiendo se me iban ocurriendo cosas, las iba grabando en la grabadora del móvil y así fue la génesis del proyecto. Luego contacté a través de un amigo con una editorial que hay en Barcelona y les envié una especie de sinopsis, y me contestaron que les parecía interesante y así surgió el libro.
La montaña como terapia.
Ocurre una cosa, muchas veces la montaña, el montañismo, tiene una parte de actividad física, es un deporte. Hay unos beneficios intrínsecos al deporte, pero a cualquier deporte, no sólo a la montaña. Si corres o juegas al tenis también generas endorfinas. Yo lo que quería era acercar la montaña desde el nivel más bajo. Mis libros no hablan de grandes conquistas, ni ochomiles ni nada. Habla de montañas que podemos tener al lado de casa, sencillas, amables. Yo creo que probablemente ese ha sido uno de los éxitos del libro, porque mucha gente se ha sentido identificada y ha visto expresados sus sentimientos y vivencias. Sí que se había hecho algo sobre montaña un poco en el sentido de trabajo en equipo, coaching para temas de empresa y demás. En el prólogo digo que el libro no va para nada por ahí, sino que lo que he querido expresar son unas vivencias que a mí me han ayudado un montón y transmitirlas. Les pueden servir a cualquier persona, no hace falta que haga montañismo regularmente, sino a cualquier persona que ame la naturaleza. En el segundo libro, Slowmountain hablo de la bosqueterapia. Para disfrutar del bosque a nivel terapéutico basta con ir a un valle, ni siquiera tienes que subir un desnivel. Yo siempre he abogado por una montaña cercana y sobre todo a la altura de tus posibilidades. Lo bueno es que realmente hay tantas montañas como personas. Cada persona puede encontrar la montaña en la que se sienta cómoda. Luego, si te engancha el tema, lógicamente te vas superando. A mí una cosa que me ha gustado mucho de Monterapia es que gracias a las redes sociales e Internet los lectores pueden contactar conmigo y me han llegado cosas como: «yo me he aficionado a la montaña después de leer tus libros, me ha enganchado». Una de las críticas que hago en mis libros es que estamos en una sociedad tan acelerada, del aquí y el ahora… En mi época la evolución típica del montañismo era empezar por las montañas de aquí, del País Vasco. Te sientes cómodo, das el paso al Pirineo; te sientes cómodo, te vas a los Alpes y luego a los Andes o lo que sea… Pero ahora hay que quemar etapas rápidamente. Alguien que se inicia en la montaña al lado de su casa, de repente pega el salto a los Alpes y después ya quiere subir al Himalaya. Y no se ha puesto nunca unos crampones… En la montaña hasta ahora no pasaba. La montaña es un aprendizaje humano muy bueno porque te enseña a tener paciencia, cierta austeridad, capacidad de adaptación y de sufrimiento. Pero ahora no. Ahora la gente quiere correr a toda pastilla y hacerse una foto con el postureo, allí en el Himalaya. Había una expresión latina: citius, altius, fortius (más alto, más rápido, más fuerte) y estamos inmersos en esa historia.
¿Por qué la montaña precisamente? Y no el mar, por ejemplo.
Yo vivo en Donosti que es una ciudad costera y que tengo una bahía maravillosa. Yo creo que el mar —y que me perdonen a los que le vuelve locos el mar— es más monótono. Quieras o no suele ser más de lo mismo… Y sé que no tiene nada que ver un mar en calma con un mar encrespado… La montaña es que es tremendamente variada. Luego, a nivel de psicología, los grandes espacios abiertos y caminar… La escuela de los peripatéticos eran estos filósofos griegos que solían reflexionar mientras caminaban. Hay algo intrínseco en que mientras caminas el cerebro, el hemisferio derecho que es el de la intuición, la creatividad y demás, está demostrado científicamente que se activa. Si eso además lo haces en espacios naturales, la activación en mayor. Por ejemplo, si lo haces en bosques centenarios —te hablo todo refrendado por científicos— el nivel de cortisol en saliva, que es la del estrés y la antesala de la depresión, baja considerablemente. Y además en estos bosques de hayas y robles centenarios brotan unas micropartículas, que nosostros no vemos, pero que a través de la respiración las absorvemos por el torrente sanguíneo y aumentan los natural killers, las defensas naturales. Está demostrado que el sistema inmunitario se potencia muchísimo más. No es casualidad que la gente que normalmente vive en un medio natural, en una aldea pequeñita, suelen ser más longevos y menos tendentes a tener enfermedades.
¿Por qué defines Monterapia como un libro de autorealización?
El término autoayuda ahora está terriblemente denostado. Es una etiqueta que a ningún autor le gusta. A ver, ahora hay un boom de coachings y de gurús que quieren venderte la felicidad eterna… Me encontré por Facebook un tío que te vendía un libro que decía que te podías hacer rico si querías. Y yo pensé: «increíble». Es un término que ahora es muy despectivo. Entonces a través de la editorial buscamos el término de autorrealización. Es curioso porque los libreros se vuelven locos, es decir, yo, Monterapia, me lo he encontrado en la sección de montañismo y en la sección de psicología. Es un libro difícil de catalogar. Suelo decir que con Monterapia lo fácil es catalogarlo en Montaña, pero diría que es un libro que va más allá de la montaña. Si sientes ya una atracción por la naturaleza, te puede servir. Lo que hago es compartir unas vivencias, unas experiencias que han tenido eco. Curiosamente hubo una etiqueta que le pusieron a mi libro, sobre todo a Slowmountain, que me encantó. Dicen que son libros reaccionarios. Me quedé, que dije: «¿cómo?». Sí, porque van a contracorriente en estos momentos en que el auge es la carrera de montaña, el cronómetro, el acumular cimas. No disfrutar en el camino, sino clavar chinchetas en un mapa con las cimas hechas… Y el postureo en Facebook y el «mira he subido esto en media hora». Un poco emulando al gran Kilian Jornet que es un tío que tiene toda mi admiración, pero yo diria que es un atleta, un deportista… Yo no lo encasillo tanto como alpinista. Entonces a mí esa etiqueta de libro reaccionario, la verdad que me encantó.
Para los escritores, sobre todo los noveles, escribir y después intentar que alguien se interese por su obra es como subir una montaña, ¿algún consejo?
Yo no he hecho narrativa, no he hecho novela. Sí que en el segundo, en Slowmountain, como tenía el respaldo de Monterapia, me solté un poquito y tiene capítulos que narro mis experiencias en el Atlas marroquí. Creo que un escritor que quiere hacer, por ejemplo, una novela, lo primero es la idea, la génesis del libro. En ese sentido, la montaña, caminar en espacios naturales, como te comentaba antes, está demostrado que activa el hemisferio derecho del cerebro y se desarrolla más la creatividad. Cuando somos niños funcionamos mucho con el hemisferio derecho. Somos intuitivos, tenemos una frescura a la hora de mirar las cosas que a los adultos nos desmonta… Y en ese punto si un escritor está buscando inspiración, un lugar para encontrarla es la naturaleza. Otra cosa que apunta el libro es que como ahora estamos hiperconectados, intoxicados con todos los temas de Internet, nos da miedo estar sin hacer nada… El otro día hablaba con un psicólogo y decía: «es que es una pasada, los niños de ahora no se aburren con lo necesario que es el aburrimiento en la construcción mental de una persona». Blaise Pascal decía eso, que el problema de la sociedad actual es la incapacidad de estar solos en una habitación. Pero, ojo, no estar solos en una habitación conectado a veinte mil dispositivos, sino en actitud contemplativa. Como cuando viajas en autobús y en vez de estar con la tablet o no se qué, miras el paisaje y te abstraes y te sumerges en un estado reflexivo que para un escritor … A mí me pasó, como te he comentado, caminado por la sierra de Aralar, no es que tuviera una epifanía ni nada por el estilo, pero de repente dije: «aquí hay una idea para un libro». Eso es lo que nos puede pasar a cualquiera que busca inspiración para escribir.
¿Cómo valoras haber llegado a la décima edición de Monterapia?
He flipado porque cuando estás escribiendo tu primer libro piensas: «a ver, esto ¿a quién le puede interesar más allá de mí y mis allegados?». Entonces cuando vi que la respuesta al libro había sido muy buena, me animé a escribir Slowmountain y llega una décima edición, es una cosa muy bonita. A mí me han ocurrido cosas realmente emocionantes. Dos personas de Venezuela que no se conocen entre sí, me enviaron unos correos diciendo que habían conseguido Monterapia a través de una amiga española y les había servido de acicate para unos proyectos muy bonitos que tenían. Llevar invidentes a la naturaleza y montar unos campamentos. Me enviaron una foto que me emocionó, porque se ve a todos los invidentes posando y en el centro uno de ellos está con mi libro. Y dije: «qué cosa más impresionante». Otro proyecto muy bonito también es el de Peter Spinelli, que lo que hace es llevar a adolescentes de familias desestructuradas, con un pie en la delincuencia, para que reciban el poder redentor de la montaña, de los espacios naturales. Al final, no nos olvidemos, somos animales. Nuestro origen es animal y está vinculado a la naturaleza. El problema es que lo estamos perdiendo. Te dejan solo en la montaña y te echas a llorar. Le hemos dado la espalda a los ciclos naturales.
¿Cómo ves las nuevas teconologías en el mundo editorial o en general?
La tecnología digital es fenomenal, pero nos está volviendo seres abducidos. A veces la frontera entre el uso y el abuso es muy delgada, sobre todo cuando hablamos de tecnologías digitales. Hay un libro de una psicóloga estadounidense que se llama En defensa de la conversación, porque los chavales se comunican a través de whatsapp y se pierden toda la expresividad del lenguaje no verbal, por eso se inventaron los emojis. El problema es que los chavales de doce años tienen auténticas dificultades para relacionarse personalmente, no están acostumbrados a tener una conversación de tú a tú. Otro de los grandes problemas que tienen las nuevas generaciones es que, como son multitárea, son incapaces de focalizar la atención. A un chaval de diez años le dices que lea un libro de papel y se le cae el mundo encima, porque están acostumbrados a leer posts o whatsapp… Cosas muy rápidas, muy mal escritas, con unas faltas de ortografía espeluznantes, o sea, que hacen daño a los ojos, pero ya se han acostumbrado.
¿Qué proyectos tienes ahora?
Tengo un proyecto que casi seguro va a salir, pero como todavía no está, no te lo puedo contar. A ver si hay suerte. No es una novela, porque tengo muchos amigos me dicen. «Bueno, ¿qué? ¿cuando te vas a atrever con una novela?». A la gente que escribe novela yo la admiro porque reconozco que me encanta. Soy un devorador de narrativa, siempre estoy con un libro entre las manos. Pero le tengo tal respeto, aunque claro, si te dejas atenazar por el miedo… Además el primer libro nació de pie y fue un bombazo, pero sí que me llama. El otro dia leí un post que me emocionó porque decía que Saramago —fíjate, Saramago— escribió su primer gran libro a los sesenta años, pues pienso: «todavía tengo tiempo, mientras tenga fuerzas para teclear». No sé si algún día me atreveré, pero tengo el gusanillo. ¿Sabes qué pasa? Que he tenido mucha suerte con el primer libro. La editorial me decía: «te hemos preparado una serie de entrevistas». Y me veo en Radio3, en programas par mí míticos, o en la Cope o en la Vanguardia. Después publiqué el segundo libro, y además publiqué la guía de la sierra de Aralar con una editorial vasca muy famosa de temas de montaña, que vino a buscarme… He tenido tanta suerte que me da miedo. Imagínate escribir una novela y empezar a patear editoriales. Estoy muy mal acostumbrado, pero no hay prisa.