Fotografías: Gabriel Muñiz
Hoy nos acompaña Pascual Gálvez Ramírez: profesor, escritor y divulgador cultural; coautor del libro Águilas. Haz y Envés de la mirada.
En 2019 publicaste, en colaboración con Gabriel Muñiz, Águilas. Haz y Envés de la mirada, un libro en el que cada fotografía va acompañada de un haiku (o viceversa). ¿Cómo surgió la idea de dar a conocer Águilas, sus gentes, sus tradiciones y sus paisajes, utilizando ese formato?
No era tanto una forma de promocionar Águilas como un intento de compartir cómo poder vivirla. Conocí a Gabriel Muñiz y su Paisaje Humano cuando era el director de Aquí Águilas, una revista gratuita de mucha calidad en imagen y textos, en la que colaboré con dos artículos. Le propuse el trabajo y durante un par de años estuvimos mirando Águilas para quintaesenciarla en visiones con encuadres inéditos y lirismos condensados en los diecisiete golpes de voz del haiku. El libro muestra una forma de ver. He aprendido a pensar los rincones de Águilas en verso: si el haiku es del natural yo encuadro la imagen. Hemos construido un paseo de miniaturas líricas para sentir Águilas desde el detalle de la percepción, sensible o intelectual. Ha sido una experiencia creativa muy fértil en literatura y en amistad. Ahora estamos trabajando en un nuevo libro sobre personas y sus cosas, sobre sus pasiones y sus obsesiones, sobre los paisajes interiores aguileños y universales, una combinación de retrato esencializador y poema que muestre lo que hace que cada persona sea lo que es. Son fotografías de estudio y la composición poética es una nueva octava que hemos pensado para este trabajo.
En estos momentos estás realizando una tesis doctoral con el título Análisis histórico, social, económico, político y cultural de las condiciones que hicieron posible la convocatoria del Premio Águilas de novela entre 1968 y 1972 y estudio literario de las obras ganadoras…. De aquí surge una doble pregunta: ¿existe una amplia información al respecto basada en fuentes primarias?

Llegué al premio Águilas por casualidad. Bueno como llegamos a casi todo. La causalidad de la casualidad, de las coyunturas en las que nos vemos inmersos por elección o por pasar por ahí. El doctor Manuel Aznar Soler, mi actual director de tesis y profesor desde los tiempos universitarios con el que he colaborado mucho en su GEXEL (Grupo de Estudios sobre el Exilio Literario), me preguntó por el Premio. Yo no sabía nada. Ese verano empecé a documentarme y de eso hace ya más de una década. La importancia de la maniobra neoilustrada no se correspondía con la profundidad de su estudio. Solo Ramón Jiménez Madrid había articulado un discurso sobre el tema de un cierto calado. En febrero de 2009 Josep Asensio Ramírez organizó un encuentro de los autores premiados para celebrar los cuarenta años de la primera convocatoria : esa fue la raíz sobre la que está creciendo la investigación. Hay poca documentación fuera de las hemerotecas y los hilos para reconstruir la trama de esos años salen de entrevistas, fuentes primarias aparentemente desconectadas (informes de censura, epistolarios personales, lo poco que se conserva en el Archivo Municipal que tan bien gestiona Pepi Navarro Martínez…). La situación es muy interesante: hace solo medio siglo del acontecimiento, muchos de los que lo vivieron en directo pueden dar su testimonio y, sin embargo, sabemos muy poco sobre lo que pasó. Por eso hace falta un estudio que dé la perspectiva científica, que pueda resituar unas opiniones que van degenerando en la trasmisión de la realidad histórica.
¿Consideras que las novelas premiadas lo fueron en base a criterios puramente literarios?
Respecto a las razones literarias del Premio, hay mucho que comentar. Pensar en un premio literario sin intenciones implícitas, sin intereses no declarados pero fundamentales para su razón de ser, es ingenuo. Las cuatro obras premiadas, leídas en su contexto, responden a una exigencia de calidad aceptable. Que en 1971 el Premio quedase desierto parece una estrategia para avalar literariamente el galardón. El Jurado quería lucir como independiente a dictados externos a lo literario. La organización declaraba que era un premio del pueblo financiado por el pueblo. Unas intenciones que la realidad complicaba. El valle de los caracas de Lorenzo Andreo (1968) mantiene su frescura y podemos ver los guiños críticos (aunque amables) de su autor a la situación económica y política. Cualquiera que os dé muerte de Cecilia García de Guilarte (1969), una exiliada republicana que había regresado cuatro años antes a España desde México, iba contra la línea de flotación del Régimen en su transición hacia la Transición. Ramón Hernández escribe desde un estilo más disruptivo en La ira de la noche (1970): su tono está en consonancia con, por ejemplo, lo narrado en Clockwork orange por Anthony Burgess en 1962 (llevada al cine por Kubrick en 1971, aunque estrenada en España en 1975). En esa línea experimental está también Maremagnum de Joan Plá (1972). El equilibrio entre lo permitido por la censura, el interés por darle nombre a Águilas con el Premio y la calidad literaria fue de una estabilidad precaria por las dimensiones económicas, sociales y políticas del Premio. Recordemos que el peso específico de sus principales responsables era alto y mediático: Salvador Jiménez, Jesús de la Serna, Miguel Pérez Calderón, Miguel Ors, Pura Ramos, Luis Martín Vigil, Ángel María de Lera…: su filtro selectivo era, en principio, de fiar. Y los miembros del Jurado, independientemente de su ideología, también tenían gran solvencia intelectual: Antonio Tovar, Dolores Medio, Ignacio Camuñas, Fernández de la Reguera, Carlos María Ydígoras, Gonzalo Rodríguez del Castillo, Juan Ramón Masoliver, Dámaso Santos, Gaspar Gómez de la Serna, Roberto Mur, Pablo Corbalán, Adolfo Muñoz Alonso… En la primera convocatoria estaba previsto que formara parte del jurado Juan Bosch Gaviño, presidente democrático de la República Dominicana durante siete meses de 1963.
¿Cómo surgió la idea de este premio y cómo se financiaba? ¿Quiénes fueron los promotores de la iniciativa?
El origen del Premio está en una convergencia de intereses, culturales por una parte, especuladores por otra, con el amor a Águilas uniendo, trasversal, las maniobras, en una aleación extraña que acabó fracasando en sus objetivos principales. La pareja de Emilio Landáburu, alcalde, y Ángel María de Lera, ganador del premio Planeta en 1967, una extraña pareja, resume, simbólicamente, la amalgama. Landáburu es la cara visible del poder (de los prohombres aguileños, como Armando Muñoz Calero, Alfonso Escámez o Norberto Miras). Lera busca en la coyuntura dignificar el oficio de escritor (la Asociación Colegial de Escritores, fundada por él, iba a tener una sede permanente de creación en la Residencia Antonio Machado, en el rincón del Pico de l’Aguilica) y dar voz a los escritores proscritos por las presiones y las inercias del Franquismo. Parece que el acto de formalización de la idea del Premio tuvo lugar en el Complejo Delicias, quizás en conversaciones informales en el verano de 1967. Sus raíces hay que buscarlas en un magma histórico que nos lleva a Julián Ruiz Aranda a finales de los cincuenta, a “Las Águilas de Águilas” organizadas por el alcalde Bayona en 1962, al recalar en Águilas de Ángel María de Lera y Las cuatro Plumas, a la construcción misma del Complejo Delicias, diseñado por Miguel Fisac… El 7 de mayo de 1968 Lera, Salvador Jiménez y Emilio Landáburu hacen la presentación oficial en el hotel Mindanao de Madrid ante un selecto grupo de personalidades de la cultura del momento. Los organizadores hablaban entonces de la posibilidad de que el premio de novela solo fuese una de las modalidades, que en un futuro habría otras categorías. Se hablaba, incluso, de una posible comparación con lo que cada verano tenía lugar en la universidad Menéndez Pelayo de Santander. El 14 de mayo de 1968 el Ayuntamiento ofreció un cóctel en el restaurante Delicias para informar a la prensa del evento. Todo era entonces posibilidad.
El Premio era sólo una parte de un ambicioso proyecto para promocionar el turismo en Águilas. ¿Cuáles eran, a grandes rasgos, las características de dicho proyecto?
Quizás nunca fue, explícitamente un proyecto orquestado, pero había unas líneas de convergencia en las que unos y otros fueron poniendo de su parte para intentar hacer de Águilas una población turística de referencia. Simplificando mucho la coyuntura simbiótica, podemos decir que había un interés en el que la especulación y el amor a Águilas se trenzaban, por una parte (con los prohombres aguileños poniendo su influencia y sus posibilidades económicas -Alfonso Escámez, Armando Muñoz Calero…-) y por otra había un interés cultural alentado por Ángel María de Lera y secundado por los veraneantes de Las cuatro plumas en el Hornillo y otros, como José Luis Martín Vigil, que participaban de forma más o menos regular. Con la pantalla de hacer de Águilas el centro cultural del sureste español iba a ganar la literatura y la creación de infraestructuras turísticas. No cuajó ni uno ni otro objetivo: Águilas no llegó a ser una oferta turística más como Benidorm, Torremolinos o La Manga ni consiguió mantener su premio literario más de cinco años. Lera albergaba tres propósitos básicos en su intento: consolidar su preocupación sindical por la situación laboral de los autores (sumando a la creación de la Mutualidad de Escritores en 1970 -no fundaría la Asociación Colegial de Escritores hasta 1976- la residencia de creadores Antonio Machado en los terrenos que ya había conseguido en el Rincón de las Cuevas del Pico de l’Aguilica); dar lugar a un premio literario sin presiones, con un jurado independiente que pudiese valorar de forma objetiva las novelas presentadas -había sufrido en su experiencia las irregularidades del Nadal y sabía cómo funcionaba el Planeta-; y dar voz a autores que en otros certámenes podían tener muy difícil el reconocimiento de sus méritos. Que en 1969 ganara la exiliada republicana Cecilia García de Guilarte con Cualquiera que os dé muerte hace evidente el esfuerzo de Lera por restaurar una normalidad que se había convertido en ilegal desde el fracasado triunfo (victoria pírrica para los españoles) del golpe de estado de Franco. La residencia de escritores, objetivo fundamental de Lera en la maniobra del premio Águilas de novela, buscaba el modelo de consideración social que tenían los escritores en los países del Este. Basta leer la sección de ABC El mirador literario, de la que Lera fue director entre 1965 y 1971, para comprobar sus intenciones en Águilas con la organización del galardón novelístico.
En 1972 tuvo lugar la quinta y última edición. ¿Cuáles fueron las causas que hicieron que dejara de celebrarse?
Una mala gestión económica y la presión política fueron la dos causas principales de la desaparición del Premio en 1972. El acto mismo del fallo y la cena de gala de agosto de 1972 dieron indicios del final del Premio. La presencia de Adolfo Muñoz Alonso en el Jurado, la falta de asistencia al acto de entrega del Premio (solo asistió una cuarta parte de los setecientos invitados previstos) y las tensiones ideológicas bajo la epidermis de lo público (las consignas gritadas en la cena solo eran extremos de pensamientos arraigados y latentes) nos dan claves para interpretar que, además de económicamente insostenible, el Régimen no toleraba ese caballo de Troya leriano en el guion de su película de feliz desarrollismo. Adolfo Muñoz Alonso, por indicación superior del Ministerio correspondiente, por encima del gobernador civil Enrique Oltra Moltó, vino a Águilas molesto por tener que abandonar por unos días la dirección de los cursos de verano de la Universidad Menéndez Pelayo de Santander. Este teólogo, filósofo, ganador en 1969 de premio Francisco Franco de Ensayo, camisa vieja, consejero nacional del Movimiento y procurador en Cortes desde 1956 da cuenta del interés por controlar el rumbo que el autor de Las últimas banderas le estaba dando al evento. Lo que empezó desde la ilusión (en su doble sentido) de ser el premio de un pueblo, con una recaudación popular que llegó a sumar más de doscientas mil pesetas en la primera convocatoria, acabó con problemas de liquidez del Consistorio para abonar la cantidad del Premio de 1972 a Joan Plá (aunque algo de promoción desde la polémica también hubo por parte del ganador). En esos cinco años hubo un intento de aportaciones voluntarias en forma de sello para el franqueo postal desde Águilas, se probaron diferentes fórmulas como el adelanto por parte de la editorial de los derechos de autor… Y en su tercera edición llegó a ser el segundo premio en importancia por la dotación económica, después del Planeta, con su medio millón (desde las doscientas mil pesetas de 1968 llegó a las setecientas mil en 1972).
En la actualidad se celebra el Premio de Relato Breve Ciudad de Águilas, habiendo llegado a la cuarta edición en este año 2020. ¿Se podría considerar un intento de recuperar el espíritu de lo que fue en su día el Premio Águilas de Novela?
El premio Águilas de relato breve es, literalmente, una consecuencia del premio Águilas de novela. Josep Asensio Ramírez y yo presentamos al Ayuntamiento una propuesta para una segunda época coincidiendo en el quincuagésimo aniversario de la primera edición en el 2018. Ese proyecto ha quedado en la actual convocatoria, de la que ya van cuatro ediciones. En la última se han presentado 720 textos. Y sí, hasta ahora, todos los que han venido a Águilas a recoger su premio se han hecho embajadores de los encantos aguileños. La esencia del premio de novela era, claro, más ambiciosa y movía un capital humano y económico mucho mayor porque sus pretensiones eran también de un calibre y expectativas que un premio de relatos en estos tiempos no puede generar. Pero no por tener objetivos más modestos deja de buscar el beneficio cultural que Lera pretendía con el premio de novela. Así, por lo menos, lo declara el Ayuntamiento. En el premio Águilas de novela sus dinamizadores culturales, los residentes en Las cuatro plumas y Lera, le devolvían a Águilas la hospitalidad y el sosiego estival (que Lera aprovechaba para seguir trabajando). En el premio Águilas de relato breve, su descendencia, Josep Asensio Ramírez coordina la mecánica del concurso con el afán de reivindicar la cultura como necesidad y que esa producción consolide el nombre de Águilas como una población ilustrada donde es posible hacer compatible el descanso y el recreo en la naturaleza y la cultura (literaria, gastronómica, histórica, paisajística…)
Por otra parte, estás trabajando con la obra poética de José María Quiroga Plá, de la que dispones de material inédito. ¿Cuál será el resultado de ese trabajo? ¿Una antología, tal vez?
Llevo muchos años dedicado al poeta José María Quiroga Plá. Sobre él hice mi tesina (lo que ahora equivaldría al trabajo final de máster) y he escrito unos cuantos artículos sobre él en revistas especializadas en el exilio. En 2011 creé un blog para restaurar su memoria: José María Quiroga Plá: Los matices amargos de la esperanza, más allá ya de la espera se llama. En él hago hablar al poeta en primera persona y he editado toda su obra publicada: Morir al día (1946) y La realidad reflejada (1955). Mi contribución con la entrada sobre Quiroga Plá en Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939 del GEXEL (Grupo de estudios del Exilio Literario, dirigido por el doctor Manuel Aznar Soler), editado por Renacimiento, puede resumir lo esencial de mi investigación. La publicación de su obra completa (que siempre será incompleta por las circunstancias en que tuvo que sobrevivir) sigue pendiente. Mientras llega la posibilidad voy aprovechando todas las oportunidades que tengo para compartir textos inéditos del poeta (aunque por la difusión que han tenido, también los publicados en el exilio francés o en revistas del Grupo del Veintisiete, todos son más desconocidos de lo que merece su calidad). En mi blog Limbos he dedicado nueve artículos al poeta. Es mi maestro en poesía. Todo el trabajo, claro, debería tener como consecuencia la edición crítica de toda su obra poética conservada. Antologías ya he hecho. Pero la combinación poesía, exilio y autor desconocido convence poco a las editoriales. Quizás la editorial Renacimiento de Abelardo Linares se atreva algún día.
¿Algo más que te apetezca contar a los lectores?
Mi trabajo nutricio es el de profesor de lengua, literatura y filosofía en secundaria y bachillerato pero lo que me alimenta el espíritu es la escritura. Treinta años hace que soy profesor: he escrito desde que me recuerdo. Aunque solo me atrevía a mostrar lo que escribía en bodas, bautizos, cumpleaños y conmemoraciones. Era un poeta de circunstancias, por encargo a veces. Hasta 2019 no había publicado nada fuera de las redes sociales. Mi blog Limbos hace años (desde 2011, creo recordar) que enseña las diferentes vertientes de mi obra. Águilas. Haz y Envés de la mirada es un libro de haikus que dan lugar a fotografías y de fotografías que provocan haikus que he hecho con mi amigo Gabriel Muñiz: un recorrido de catas que son miniaturas líricas por algunos rincones singulares de Águilas. Ahora estamos con un nuevo libro complementario en el que van a ser las personas y no los paisajes los protagonistas. Bueno, en realidad queremos retratar y poemizar los paisajes interiores de algunos aguileños. Muchas gracias por esta oportunidad de poder hablar sobre lo que me apasiona. Contra las inercias impuestas yo también quiero ser resistencia literaria para recuperar el fluir humano de las personas.