Marcos Salinero: «La experiencia de crear una historia es algo inigualable»


Tenemos con nosotros a Marcos Salinero Múgica que nos presenta su primera novela, La Religión de las Hormigas.

¿Escribes desde niño?

Lo cierto es que no. De pequeño fui más de otras cosas: correr, saltar, jugar… Fue entrada la adolescencia cuando descubrí el placer de la lectura, y casi en paralelo el de la escritura. Me perdí la fase de las novelas y sagas juveniles, salté directo a otros géneros.

La religión de las hormigas es tu primera novela, ¿cómo valoras la experiencia?

La experiencia de crear una historia es algo inigualable. Diseñar unos personajes, darles una personalidad, hacer y deshacer sus caminos a voluntad… creo sinceramente que es algo que marca tu forma de ver las cosas. Una vez has escrito tu propia historia, es imposible no ver la vida, al menos en parte, como una comedia mal escrita.

¿Cual es la mayor dificultad con la que te has encontrado?

image0Yo tengo una tendencia natural a la sobreadjetivación, a llenar las frases de adornos y figuras retóricas por todas partes. A mi como lector me gusta ese tipo de escritura florida, pero soy consciente de que, en ocasiones, una prosa muy cuidada puede acabar por volverse pesada y obstaculizar el desarrollo de la trama. Encontrar ese equilibrio entre sencillez y belleza ha sido verdaderamente complicado… espero haber acabado lográndolo.

En esta novela tratas un tema controvertido y del que normalmente se habla poco.

Del suicidio, hablo del suicidio. Creo que es importante hacerlo explícito, visible. Cada historia de suicidio es un drama inabarcable, con millones de aristas emocionales, socioeconómicas, psicológicas… Yo cuento solo una, no quiero sentar cátedra. Trato de reflejar un tormento particular con el que creo que más de un lector puede sentirse identificado, pero quiero que el mensaje principal del libro sea que hemos de ser conscientes de que todas y cada una de las más de ocho mil millones de personas que viven en este mundo libran una batalla cada día. Encontrar amor y comprensión en medio de tantísimo dolor debe ser una esperanza que nos saque de la cama día tras día. De otra manera, estaremos muertos mucho antes de dejar de respirar.

Háblamos del protagonista, Daniel.

Daniel, pese a lo que pudiera parecer, no es más que un idealista. Un Quijote, como le dice Aurora, su psiquiatra. No es que odie ni que tema, es que simplemente no soporta la imperfección del mundo. Él, que se siente tan puro y tan elevado, desea escapar de una realidad cruel y caótica. Lidia, en cambio, se mueve en el caos como pez en el agua, y eso remueve todo en el interior de Daniel.

¿La historia tiene algo biográfico o sobre alguien que conozcas? ¿Cómo se te ocurrió?

Suelo decir que absolutamente todo en la vida es autobiográfico. Todas y cada una de nuestras acciones, ideas, miedos, gustos… son consecuencia de una historia vital determinada. Luego, obviamente, el sujeto debe ejercer su papel y dar a esa secuencia de acontecimientos una narrativa. Esta novela no narra mi vida, pero si es autobiográfica. Refleja emociones y pensamientos internos, aunque se inserten en un contexto diferente y se les ofrezca una solución más literaria.

¿Cómo ves el panorama editorial? ¿Era como esperabas?

Creo que es un mundo más movido por criterios de rentabilidad que de calidad artística, y me parece una auténtica lástima. No solo hablo de mi vía crucis particular, sino de la realidad general del mundo editorial. Pienso honestamente que si la industria del libro buscará más sustancia en sus publicaciones y menos venta fácil en un público asegurado, la afición por la literatura se vería enormemente alimentada en el medio plazo. Pero, claro, la cuenta de resultados es una sombra acuciante… y ofrece más garantías de resultado un mal libro de un o una influencer que una novela maravillosa escrita por un absoluto desconocido.

¿Tienes algún nuevo proyecto?

Tengo ideas, algún embrión de personaje, esbozos de escenas sueltas… pero todo aún muy incipiente, la verdad. Lo que sí tengo claro es que cambiaré de géneros y, muy probablemente, de registro. Trataré de abandonar formalidades y exquisiteces narrativas, quiero narrar una historia de bajeza y sordidez.