Cristina Rentería: «El dolor que deja la violencia pervive eternamente en cualquiera de sus dimensiones»


Cristina Rentería Garita, autora mexicana afincada en tierras cordobesas, fue una de las finalistas del Premio Andalucía de la Crítica 2021 gracias a su obra Juan y los Murmullos, todo un homenaje a Juan Rulfo y, al mismo tiempo, una colección de textos llenos de belleza. Hoy nos acompaña para que podamos conocer más sobre ella y el que es su debut literario.

Se podría decir que Juan y los Murmullos rinde homenaje al escritor Juan Rulfo y a su universo en concreto: Comala, Pedro Páramo… ¿Cómo surgió para ti la idea de llevar a cabo este libro?

Todo comenzó con un microrrelato (en el libro, 48) que apareció por su puro gusto. Yo siempre he tenido la idea de que esa otredad sobrenatural, de la que estoy plenamente convencida de su existencia, también tiene sus propias reglas, por lo que quería jugar con la idea de una queja colectiva, pero desde la colectividad sobrenatural. Además, siempre me ha gustado el hecho de que la mexicanidad lo invada todo como una enredadera. Entonces, en una otredad paranormal, a la mexicana (representada por Comala), era de esperarse que un ser como Juan Preciado, estuviera alborotando el gallinero. De ahí salió la idea: de que los planos de la otredad son más de uno y que, a veces, se comunican. Luego, logré estructurar ideas y reflexiones sobre las que llevaba tiempo dando vueltas, sobre todo, mi obsesión por la violencia en México, de la cual Juan Rulfo era un gran observador y doliente. En el fondo, Pedro Páramo es una increíblemente bella y triste manera de denunciar abusos, y los abusos son la mera expresión de la violencia. Luego me documenté y leí sobre la biografía de Rulfo, estudié con calma sus textos no literarios, por ejemplo, sus cartas a Clara y así, intenté comprenderlo para hacer de él un personaje metaliterario.

Algún lector de esta entrevista que no se haya acercado nunca a la mencionada obra Pedro Páramo quizás se esté preguntando si igualmente podría abarcar y comprender Juan y los Murmullos o si, en cambio, se encontraría perdido entre referencias que le son ajenas. ¿Qué podrías decirle a esa persona?

Que no se preocupe y que lea sin cuidado; de hecho, le pediría que fuera exigente porque este, como cualquier otro libro, tiene que ser capaz de sostenerse solo. Creo que Juan y los Murmullos lo hace porque, y espero que quien lo lea también lo crea, va más allá de los nombres y las anécdotas: reflexiona en torno a algo y, ese algo, es la violencia y los despojos que deja a su paso, tanto en el presente como en el pasado, en todos los planos temporales. Por eso siempre quise que el valor de mi Juanito, no fuera el de ser un remake de la obra original, sino un pretexto para explicar (más allá de mis ideas sobre lo paranormal) que el dolor que deja la violencia pervive eternamente en cualquiera de sus dimensiones. Por mi parte, decirle a quien lo lea que yo quise coser un libro emotivo y verosímil, que fuera atmósfera pura. Para ello, cierto es que intenté ser precisa con los nombres de los personajes de la obra original o con los propios datos biográficos de Rulfo, pero lo que creo que el lector debe reconocer (si el trabajo está bien hecho) es si logra sentir un soplo de empatía con los personajes, por sus dolores y sus miserias. En el fondo Juan y los Murmullos es mi profundo trabajo de doler con ese universo, que es México.

La estructura de Juan y los Murmullos nos brinda sesenta y ocho microrrelatos o microtextos, algunos muy breves pero con mucho que decir en pocas palabras y con un lenguaje tan rico y bello que casi se podría hablar de poemas en prosa. Aunque en algunos lugares el libro se ha catalogado como novela —incluso en la web de la editorial, sin ir más lejos—, ¿crees que has llegado a jugar con la poesía, aunque la disposición visual de los textos sea la propia de la prosa?

¡Ni por asomo! Agradezco el favor que me haces de ponerme al nivel de poeta (un o una buena poeta siempre es un/una poeta de verdad), pero no. La poesía es mi horizonte. Durante el confinamiento la trabajé mucho y, como siempre que entrenas, tuve resultados, pero estoy mentalizada de que es una carrera de largo recorrido. Lo que sí creo es que mi Juanito, como la poesía que hago, está cargado de mi impronta. Es decir, más allá de los escenarios o descripciones que quise mostrar, me empeñé en reflejar cómo la gente que me rodea y me ha rodeado (por el lugar donde nací, el barrio y la familia con la que me crie) habla y se expresa. En mi cabeza, siempre oigo el ritmo de sus maneras, tengo presentes las metáforas sencillas que muestran ideas muy complejas. Para mí eso es poesía y, por desgracia, no es obra mía. Como antropóloga, solo he puesto oído a mi entorno, a mi México. Sobre lo que sí he de abogar es que, si la poesía es emoción, creo que el microrrelato también debe serlo. Es un género que se juega mucho: su reconocimiento y su propia existencia de calidad.

En Juan y los Murmullos tienen mucho peso la vida y la muerte, así como todo lo orgánico: el campo las flores, los pájaros… También lo sensitivo: sabores, olores, sonidos, lo que nos hace sentir vivos. ¿Impregnar las páginas de tu libro de todos estos aspectos era algo importante para ti?

Por supuesto, ¿cómo transmitir con palabras si no recurrimos a los sentidos, esos que llenan de vida la atmósfera literaria? El valor del silencio, del sol y del cielo azul con nubes esponjadas, son mi impronta, donde, a veces, se cuela una cumbia sonidera y resulta que, en vez de estropear el momento, lo carga de una extraña melancolía. Más aún, yo tengo una fuerte influencia de las sociedades rurales in situ y en su continuo folk urbano, como lo denominó Robert Redfield, lo que da a la percepción un toque particular. Mi abuela, por ejemplo, criaba a sus pavos para Navidad (guajolotes) dentro de casa y, por lo general, campaban a sus anchas. Pasados los años, y ya sin guajolotes, alguien le regaló un gallo (sabrá Dios para qué) que acabó criándose como un perro más (de los tres o cuatro ya tenía). El gallo era temible y, a diferencia de los perros, se subía a las encimeras, a las parrillas, te miraba desafiante cuando ibas a la cocina por un vaso de agua. Todavía recuerdo el olor, el viento, la luz de esa cocina: puras emociones. Eso mismo busco en quien me lea: que esté conmigo en mis recuerdos, en mi impronta, y eso sólo puedo intentarlo exprimiendo los sentidos, tanto los propios como los ajenos.

Hace unos meses fuiste elegida entre los finalistas del Premio Andalucía de la Crítica gracias a Juan y los Murmullos. ¿Qué supuso para ti este reconocimiento, teniendo en cuenta que este es tu primer libro?

Muchísimo, principalmente porque el microrrelato, como género, logró abrirse un espacio entre la crítica especializada. En concreto, me emocionó que la propuesta de Juan y los Murmullos convenciera, especialmente porque jugamos desde una editorial pequeñita, pero con mucho corazón.

¿Cómo es la historia de una mexicana que se acaba estableciendo en tierras andaluzas?

En 2007 gané una beca del gobierno mexicano para estudiar mi primer doctorado aquí, en Córdoba. Las cosas, desde entonces, han ido a su ritmo: donde antes era una (yo), se hicieron dos, y luego, tres. Ya son 14 años de vivir e intentar entender, y aprender, de este lugar.

México es el país con más hablantes de lengua española de todo el mundo, pero además de la fuerza bruta que arroja lo cuantitativo, sabemos que es cuna de grandes escritores como el propio Rulfo, Octavio Paz, Mariano Azuela, Carlos Fuentes (no nacido estrictamente en México pero mexicano a todas luces) Laura Esquivel, Guadalupe Nettel y un largo etcétera que haría interminable este enunciado. ¿Hay alguna voz no tan conocida que merecería ser destacada?

Yuri Herrera, Guillermo Arriaga y Alberto Chimal, sin duda alguna. Ninguno de ellos es un desconocido en mundo de la literatura, aunque sí son menos comerciales que los gigantes editoriales vendiendo Alatristes. Sus obras, al completo, no dejan de maravillarme, emocionarme y darme un vuelco en el estómago. Lo que más admiro de ellos es su capacidad de hablar de lo micro para hacerte entender lo macro y hacerlo desde lugares innovadores; sobre todo, es palpable que detrás de cada historia hay mucho entendimiento de la realidad, mucha reflexión social.

Me gustaría terminar preguntándote por tus planes de futuro. ¿Tienes en mente alguna novela o algún otro tipo de creación literaria?

Sí, tengo muchas cosas en el tintero. Primero, tengo acabada una novela de vampiros, que es un género que me encanta y que creo que merece una revisión profunda. Segundo, estoy trabajando en un poemario sobre violencia de género, pero él va a bola, necesita sus tiempos, sus pausas y sus espacios. Tercero, tengo bosquejado un ensayo sobre algo que he llamado la generación de la abundancia, una reflexión social sobre mi generación en España. Por último, estoy montando, poco a poco, un libro de microrrelatos bajo la premisa justicia universal desde América Latina.