Nos acompaña hoy una de las mejores corresponsales que hemos tenido en este país, Rosa María Calaf, para hablarnos de su trayectoria profesional.
Empezaste estudiando Derecho, ¿de dónde vino la vocación periodística?
Fue casual. Yo hice Derecho, no porque fuera a ejercer de abogado, sino porque quería hacer la carrera diplomática. Lo que siempre tuve muy claro era que quería estar fuera. En las entrevistas cuento siempre que tuve la suerte de tener una familia que en aquella época en España, en los años 50, me empezaron a enviar a estudiar fuera los veranos. A una niña sola… Ahí mi padre -mi madre también, pero sobre todo mi padre- fue un hombre de una gran visión. Luego los idiomas, me pusieron a estudiar francés desde los seis años y cuando abrieron el Instituto Americano, también fui. Esto no lo dejaré nunca de agradecer. También me gustaba mucho escribir y hablar. En la facultad de Derecho estaba metida en todo: en el consejo escolar… En todo. Cuando se abrió la Escuela de Periodismo de Barcelona, varios compañeros de facultad y yo nos presentamos al examen de ingreso. Lo hice como divertimento, como complemento. Mi idea seguía siendo hacer carrera diplomática, pero me ofrecieron colaborar en Radio Barcelona. Ricardo Fernández Deu y Pedro Ruiz, que estaban estudiando Derecho pero también trabajaban en la radio, me ofrecieron colaborar. Ahí me di cuenta de que realmente lo que yo quería hacer, lo iba a hacer mejor como periodista que como diplomático. La Escuela Diplomática era muy clasista, machista… Nunca me he arrepentido.
¿Cómo fue ser una mujer periodista en aquella época?
Siempre fue complicado. Entré en televisión española en el año 70, que aún estábamos en la dictadura. Mujeres reporteras no había ninguna en Barcelona, y en Madrid sólo estaba Carmen Sarmiento. Realmente eso fue complicado porque siempre tienes que demostrar que lo haces bien. No te dan opción a flojear. Pero también es verdad que nunca tuve a nadie enfrente, en la jerarquía, que quisiera cortarme el paso. Creo que soy muy afortunada porque en mi carrera he ido encontrando personas -hombres, claro, porque era lo que había- que me apoyaron directamente y otros que por lo menos no interfirieron. Después entraron mujeres más jóvenes, pero no mucho más jóvenes que yo. Aquí en Barcelona que fuimos pioneros en esto, entraron Mercedes Milá, Ana Castells… Mujeres que han hecho grandes carreras.
¿Cual fue tu primer trabajo como corresponsal?
El primer destino como corresponsal fue Nueva York. Como corresponsal, que era lo que yo quería hacer, pero antes fui durante muchos años enviada especial. Empecé en el 70, en el 76 me fui a Madrid a hacer internacional porque aquí no se hacía… Pero antes tuve la suerte de poder estar en todos esos programas estupendos que se hacían aquí en catalán, como Mare Nostrum… Que eso era otra pelea. Era también la única mujer. Pero lo mismo, las personas con las que topé, Antoni Serra que era quién dirigía ese área, no sólo no me puso ninguna dificultad, sino que me ayudó muchísimo. Entonces, como enviada especial fuera, yo creo que fue a unas elecciones en Túnez… Y a una catástrofe natural en el norte de África, no recuerdo dónde exáctamente. También estuve en Irán un año después de llegar Jomeini. Fue uno de los primeros sitios a los que me enviaron, con lo cual también quiero insistir en eso… Lo normal hubiera sido enviar a un hombre, y me mandaron a mí… ¿Tuve dificultades? Pues sí, pero eran las dificultades propias del entorno que afrontábamos todos, no dificultades específicas por ser mujer. Luego fui a Egipto. Estuve como enviada especial desde el 70 hasta el 83, que ya me fui de corresponsal. La primera corresponsalía, ya con casa puesta, fue Nueva York y después las enlacé todas. Fue después de montar TV3, que fue algo que no hizo mucha gracia por allí…. Creo que fui la primera que fue saltando de una corresponsalía a otra. El orden fue Unión Soviética, que abrí oficina; América del Sur; Roma, que se unificó Italia y Vaticano en una sola corresponsalía. De ahí pasé a Viena, para ver si interesaba tener una oficina para los países del Este, que luego se vio que no, que era muy caro y se podía ir desde aquí. Entonces volví a Moscú ya en la época de Yelsin. Después fui a Hong Kong para abrir la oficina de Asia Pacífico y de ahí a Pekín, que estuve para los Juegos Olímpicos.
¿Qué momento histórico de los que te tocó vivir te parece más relevante?
Me es muy difícil elegir porque otra vez he sido muy afortunada también con los momentos históricos que me han tocado, porque puedes ir a una corresponsalía y que no pase nada o que pase poco. Estados Unidos, primero por lo que aprendí, porque fue estar inmersa en el que creo que es el mejor periodismo del mundo… También el peor. Hay las dos cosas. Aprendí muchísimo de la gente que conocí y de cómo se hacía el periodismo, que estaba a años luz de lo que se hacía aquí. Así que para mí tuvo toda la importancia del aprendizaje. Encima, visto ahora, no tanto cuando estaba allí, fue una época histórica de una importancia brutal. Fue la época de la reelección de Ronald Reagan, en los años 80. Todo lo que está pasado hoy, nace allí. La desregularización de los mercados, la mezcla de política y espectáculo… Todo lo que estamos sufriendo ahora, nace allí. También empezaban a despertar las nuevas tecnologías, que ni por asomo se imaginaba lo que iban a llegar a ser… Visto ahora, aquello fue clave para explicar lo que pasa. Pero también piensas que a la Unión Soviética llegué cuando empezaba Gorbachov, con lo cual es el colapso de la URSS. Y así sucesivamente, porque en Argentina pillé la salida de la dictadura, las elecciones democráticas y la llegada del Fondo Monetario Internacional y el grupo de Washington. Llego a Italia y se inventa Berlusconi. Puede parecer que Italia al ser más pequeña…, pero siempre ha sido un laboratorio de la política. Lo que pasa en Italia, luego pasa fuera, sobre todo en los países mediterráneos. Fue interesantísimo. Y en el Vaticano con Juan Pablo II, con lo que significó para la iglesia, estés de acuerdo o no, marcó una etapa. Luego vuelvo a Moscú con Yeltsin, esa probablemente fue la etapa menos interesante. Entonces me voy a Asia justo al salir de la crisis económica del 98, del crack de los tigres asiáticos; y China empieza el despegue, a los dos años le dan los juegos y se empieza a producir la transición del eje económico y geoestratégico del Atlántico al Pacífico. Y claro, ¿qué eliges? Iba a decir la caída de la Unión Soviética, pero es que el auge de China aún no tenemos la percepción de lo que ha sido y de lo que va a ser.
¿Te has sentido en peligro alguna vez por tu trabajo?
Sí, claro, pero siempre digo que no soy corresponsal de guerra. Soy corresponsal y me ha tocado estar en guerras porque en las zonas donde estaba ha habido algún conflicto. Claro que pasas miedo, y menos mal porque el miedo te evita hacer muchas tonterías. Lo que no puede ser es un miedo que te paralice, que te impida hacer tu trabajo. Y hay muchos tipos de miedo, no sólo miedo a que te caiga una bomba. También está el miedo a no contarlo bien… O ¿ayudo a esta persona o me voy a enviar el satélite? Es miedo a tu propia conciencia… A ver, hubo una minisituación de peligro en el Líbano en el 82, cuando la invasión de Israel, la expulsión de los palestinos… Fue todo muy rápido, por lo que quizás esta no sea la más… Así que probablemente en Timor Oriental. Después del referéndum hubo mucha violencia, menos de la que se esperaba, pero hubo bastante violencia. Ya habían entrado en lo que quedaba del hotel donde estábamos los periodistas, que quedábamos poquísimos. Había salido un avión el día anterior. Quedábamos nosotros, los portugueses, los de Eurovisión y los compañeros de Financial Times, France Press, gente suelta, muy pocos.. Y entró allí un comando y ametralló todo el vestíbulo… Porque no había nadie que si no… Y después… Primero lo que piensas es en cómo salir de allí, porque nos rodearon los paramilitares encapuchados y empezaron a disparar al aire. Si hubieran querido nos hubieran frito allí mismo. Tuvimos que salir huyendo, literalmente con el compañero de la agencia EFE, con Miguel Rovira. Tuvimos que refugiarnos en el recinto de las Naciones Unidas con una fotógrafa de Reuters, otra de France Presse y el compañero de Financial Times, que lo mataron diez días después allí mismo. Tuvieron que sacarnos en un blindado.
¿Qué personaje -o persona anónima- de los que has conocido te ha impresionado más?
De políticos, Papandréu, el padre, me pareció una persona muy interesante. Era un político de raza, con una visión de lo que era un político estadista. No esta cosa de ahora… La tendencia general es el cortoplacismo y la política partidista… Aquí y en todas partes. Y de gente conocida, Paul Newman por ejemplo. A mí que me gusta el cine, tener la ocasión de estar hablando con Paul Newman o con Marcelo Mastroiani que eran dos actores impresionantes, pero también personas muy interesantes… Se sacaban lo de «actor» enseguida que establecian una relación. Yo con Marcelo Mastroiani coincidí en Uruguay y como éramos un grupo pequeño, después del rodaje cenábamos y nos íbamos a tomar un café. O con Giulietta Massina, una mujer super interesante y que me permitió conocer a un montón de gente cuando fui a Roma. De entrada a Fellini, que era más raro que un perro verde, pero muy interesante también. Con Fellini no establecías una relación tan fácilmente. De la gente conocida, algunos te gustan más que otros, pero la verdad es que siempre la gente que más te impresiona son las personas anónimas.