Mayelen Fouler: «Lo importante es mantener siempre la ilusión y disfrutar de cada historia mientras se van elaborando»


Traemos a nuestro espacio de entrevistas a Mayelen Fouler, escritora de novela romántica y ganadora del Premio Internacional de Novela HQÑ, convocado por la Editorial HarperCollins Ibérica, con la novela En tierra de fuego. Su trabajo más reciente es Los trenes del azúcar.

¿Escribes desde siempre?

En realidad no, en mi caso fue antes el amor y la pasión por la lectura que por la escritura. Si es cierto que escribir ha sido una especie de inquietud que reposaba dormida en mi interior, a la espera de encontrar una buena historia que contar y, a la espera también, de tener la maestría necesaria para hacerlo bien. Y así ocurrió. En un viaje a Argentina saltó esa chispa en mi imaginación y contemplando el hermoso y enigmático glaciar Perito Moreno surgió la trama de mi primera novela, En tierra de fuego, novela que presenté al concurso que anualmente convoca la Editorial HarperCollins Ibérica, el Premio Internacional de Novela HQÑ y que gané en su tercera edición, con lo que eso significa.

¿Qué piensas de la autopublicación?

Me parece una buena opción para darse a conocer siempre que el texto cuente con una buena corrección ortotipográfica. Se puede tener mucho talento escribiendo pero hay que pensar en el lector, en presentarle una buena historia, bien escrita y bien corregida de faltas ortográficas y tipográficas.

¿Crees que se hace justicia al género romántico?

El género romántico siempre ha ido acompañado de una injusta etiqueta: “género de segunda”, y me pregunto, ¿por qué? ¿Por qué incluye una historia de amor? Quizá deberíamos pensar en las grandes novelas de la literatura universal que narran grandes historias de amor, citemos por ejemplo a Shakespeare o a Cervantes, por nombrar a autores de reconocido prestigio, en cuyas novelas el amor y el romance son la base de la trama. ¿Cuál es la diferencia? Simplemente que están bien escritas, con maestría por supuesto. En mi opinión si una novela de género romántico está bien narrada, con una sólida trama y una buena documentación debe ser considerada una buena novela, independientemente de que narre una historia de amor o un asesinato. Personalmente me gusta distinguir entre “buenas y malas” novelas, sin prejuzgar su valía en función de su género. ¿Una novela por ser policíaca deja de ser una buena novela? ¿Discriminaríamos por ello El nombre de la rosa de Umberto Eco, por ejemplo?

¿Cómo piensas que se podría acabar con los prejuicios que muchos tienen contra este género?

Leyendo, leyendo las numerosas y buenas novelas de género romántico. Es así de simple. Las hay.

¿Cómo te documentas para una novela?

En mi caso la fase de documentación me ocupa prácticamente el 50 % del tiempo de creación de una novela. Es un trabajo complicado y laborioso, al menos para mí que soy muy meticulosa con los detalles. Es importante “vestir y acomodar” a cada personaje en su ambiente y arrastrar así al lector a la época en la que transcurre la novela, que sienta de primera mano cómo era el día a día de los personajes, qué música escuchaban, cómo vestían, qué comían, qué leían, etc.  En el caso de Los Trenes del Azúcar viajamos hasta finales del siglo XIX, a la Cuba colonial. Leyendo la novela tendremos la oportunidad de vivir, con la imaginación, en una inmensa plantación de caña de azúcar, El Guaurabo, situada cerca de Trinidad, una ciudad famosísima por albergar el conocido como “Valle de los Ingenios”, bautizado así por el gran número de ingenios (molinos), dedicados al cultivo de caña de azúcar. Y como te explicaba ha sido laborioso recrear ese mundo porque tenemos que pensar que la vida y las costumbres de finales del siglo XIX eran muy distintas a las nuestras. De hecho, en la novela veremos ese contraste, no tan solo en el modo de pensar, sino en el modo de vestir entre los personajes que viven en Cuba y los que provienen de Londres. Lisel, la protagonista se preocupa, por ejemplo, porque sus sombreritos londinenses no le sirven, no le cubren lo suficiente del sol y necesita comprar otros de ala más ancha. O porque tendrá que prescindir del corsé en Cuba por el calor. Pero es interesante también conocer los usos amorosos, o más bien dicho, la falta de información de las jóvenes casaderas de la época y eso queda patente en una de las escenas íntimas que protagoniza Lisel. Como escritora es mi obligación conocer todos esos detalles, como la ceremonia del té, la moda femenina y masculina, si ella usaba polisón bajo su falda, si él vestía pantalón de chimenea, cómo era la vida social, qué días se recibía en la casa, los distintos modos de dejar una tarjeta de presentación en la bandeja de plata (en función de si se deseaba visitar al padre de familia o a una señorita en edad casadera), la educación que recibían las mujeres en esos años, sus aspiraciones… Porque todo eso es lo que nos llevará a entender en profundidad a los personajes, a comprender sus reacciones y la transformación que pueden sufrir a lo largo de la novela. Pero además de esa parte personal, que atañe al físico y a la vida social de los personajes está el trasfondo histórico, 1895-1899, unos años fundamentales para el futuro de la isla de Cuba en los que los protagonistas se verán implicados.  Por otro lado, gran parte de la historia transcurre en la plantación y es interesante conocer cómo se desarrollaba la vida, el día a día de los esclavos y aprender, a través de los personajes, el proceso de la molienda, qué era la zafra, para qué servía la Casa de Purgas, qué era el guaurapo (el primer ron), incluso conoceremos algunos de los secretos de cocina de Gaetana.

Tus dos novelas, En tierra de fuego y Los trenes del azúcar, transcurren en buena medida en América, ¿sientes especial predilección por esos países?

¡Creo que no lo puedo negar! Son tierras que esconden grandes historias, hermosos escenarios y que por otro lado su pasado y el nuestro está muy entroncado con lo que me permitió, tanto en En tierra de fuego como en Los trenes del azúcar recrear parte de ese pasado común. Por otro lado me gusta muchísimo trabajar “el contraste”, en todos los sentidos, el contraste en el lenguaje, incorporando vocablos y modismos de uno y otro lado del Atlántico, el contraste de caracteres entre los personajes, la diferente visión de la vida, de enfrentar el futuro… Todo eso ofrece muchísimos recursos a la hora de escribir y permite recrear la trama de forma real, cercana. Lo disfruto muchísimo.

¿En qué te inspiras para crear tus personajes?

51VA1mgrZPLAntes de pensar en los personajes lo primero que hago es elegir el momento histórico, la ambientación, porque eso implica que los protagonistas y el resto del elenco deban presentar unas u otras características. En el caso de En tierra de fuego nos situamos en 1943, en la postguerra española en Barcelona y en la Argentina de la época. Las mujeres en aquel momento se vieron relegadas a un segundísimo plano, tanto en la vida social como en la doméstica. Son premisas que influyen mucho a la hora de crear al personaje. Incluso en el caso de Rosa, que es una mujer inconformista con el momento histórico que le toca vivir. Pero respondiendo más concretamente a tu pregunta, una vez que los personajes están “bien ambientados y caracterizados”, cosa a la que dedico muchísimo tiempo, me gusta siempre dotarlos de “vida”, y para eso en ocasiones si tengo en cuenta algunos detalles o gestos de personas que conozco. En el caso de Los trenes del azúcar los personajes no pueden ser más distintos, pero no hacen más que dar vida o recrear la sociedad en la que viven, la de finales de siglo XIX. Ella, Lisel, es una mujer que vive entre algodones, cuya vida ha transcurrido en los lujosos salones del Londres de la época, en los que toca el piano, toma el té, asiste a bailes… Y ese es el tipo de vida que proyecta para su futuro. En cambio él, Willhelm, dirige una plantación de azúcar. Es un hombre emprendedor a quien lo que realmente le importa es el trabajo y no las ceremonias vacías. Y ese contraste ofrece, en mi opinión, diálogos chispeantes cargados de fina ironía que los dota de naturalidad. Resumiendo te diría que la verdadera esencia de cada personaje deriva del momento histórico, que los conforma de una manera u otra. Y es algo que me gusta, porque en cierta forma son los personajes los que explican la historia, no tanto el narrador. Creo que es una buena técnica para que el lector se implique más en la trama.

Háblanos de Los trenes del azúcar, tu obra más reciente.

Definiría Los trenes del azúcar como “Una historia de amor y pasión bajo la sombra de un secreto del pasado”. Los trenes del azúcar es la historia de Lisel, una mujer educada en los férreos convencionalismos ingleses y de la pasión que Willhelm siente por ella, de su lucha por conquistarla, a pesar de tenerlo todo en contra. Una lucha que le llevará a replantearse su objetivo inicial: la venganza de una afrenta familiar. Sin embargo, Los trenes de azúcar es una novela bastante coral, con una galería de personajes secundarios que arropan a los protagonistas: como la entrañable tía Cati; Mbeng, la mulata libre obsesionada con Willhelm; Iyanga, el esclavo orgulloso; la Santera; la dulce Ikalidi; el marqués de Marmany, que busca conseguir el amor de Lisel; María Antonia, la “negra de sociedad”; la sufrida Jana; Marina, la insoportable y caprichosa Marina; Josep, el administrador y no podemos olvidar al “Viejo”, el abuelo de Willhelm.

¿Qué proyectos tienes para el futuro? ¿Alguna otra novela en mente?

En estos momentos ya casi tengo terminada la fase de documentación de mi siguiente novela y, por adelantarte algo, puedo decirte que en esta ocasión no transcurre en América. Es una trama que creo puede ser muy atractiva para el lector, en la que se combinarán varias historias y tiempos. Y en la recámara aguardan un par de proyectos más que deberán esperar un tiempo. Lo importante es mantener siempre la ilusión y disfrutar de cada historia mientras se van elaborando a fuego lento, que es como me gusta trabajar. Muchas gracias por vuestro interés por mí y mi obra y a los lectores les invito a un viaje, en tiempo y el espacio, a través de En tierra de fuego y Los trenes del azúcar.