Fotografía: Dolores Posadas
Tenemos con nosotros a Gervasio Posadas para presentar su última novela, El mercader de la muerte, un thriller en torno a una de las figuras más misteriosas del siglo XX, Basil Zaharoff.
¿Qué le atrajo de un personaje como Basil Zaharoff?
Desde siempre me han gustado los personajes que han jugado un papel relevante en la historia, pero que han caído en el olvido. Cuando encontré el personaje de Zaharoff en un libro de Tintín, un vendedor que vendía armas a los dos bandos de un conflicto sudamericano, me di cuenta de que ahí había una historia interesante y cuando investigué un poco en internet comprobé que no me había equivocado. Lo más atractivo de Zaharoff son sus claroscuros, es un hombre de negocios implacable y sin escrúpulos, pero no deja de tener un lado humano.
Con un personaje tan escurridizo, ¿cómo fue el proceso de documentación?
Como Zaharoff nunca dio entrevistas ni dejó nada escrito, no es fácil identificar que es cierto y que es mentira en la historia de su vida. Hay cinco biografías sobre él (la mayoría de los años 30), pero contienen más rumores que datos concretos. Por otra parte, los grandes personajes históricos que fueron sus amigos como Lloyd George y Cleamenceau ni siquiera lo mencionan en sus memorias, probablemente por su reputación turbia. He ido tomando de las distintas fuentes aquellas informaciones que me han parecido más verosímiles y he rellenado los huecos con sentido común.
¿Por qué ese interés en que el submarino de Peral no saliera adelante?
Como decía el Padrino, no era nada personal, solo negocios. Zaharoff hizo una oferta a Peral por la patente y, cuando el inventor la rechazó, decidió eliminar un competidor incómodo que le estorbaba en sus negocios en España. Además, consiguió que el gobierno inflingiera la propiedad intelectual de Peral y publicase los detalles tecnológicos del proyecto para así poder copiarlos impunemente e incorporarlos a otras armas que estaba fabricando su compañía, Nordenfelt. Era, como he dicho antes, un enemigo implacable.
¿Cuál cree que es la causa de que prácticamente se le haya borrado de la historia?
Yo creo que hay dos motivos, uno personal y otro coyuntural. Zaharoff había sido un poder en la sombra hasta que, en los años 20, su nombre salió a la luz como sinónimo de corrupción y guerra. A partir de ese momento, él parece decidir que no quiere dejar ningún rastro cuando muera: no crea una fundación ni publica sus memorias ni da continuidad a las iniciativas que llevan su nombre. Por otra parte, la brutalidad inhumana de la Segunda Guerra Mundial borró muchas de los hechos y personajes relacionados con los conflictos anteriores.
De los que podríamos llamar «personajes secundarios», ¿a quién destacaría?
Los escritores siempre tenemos un personaje secundario que nos cae en gracia y en este caso es la princesa Carlota de Mónaco. Es un personaje extraordinario que merecería una novela: hija bastarda, fue reconocida como heredera del trono, huyó de un matrimonio sin amor y acabó haciendo lo que le apetecía en la vida. Una mujer adelantada a su tiempo.
Si hablamos de la situación del mercado editorial, ¿qué piensa de la autopublicación?
Creo que ha tenido un efecto muy positivo en el panorama literario porque ha permitido a autores que encontraban dificultades para publicar, llegar directamente a los lectores y ofrecer sus obras. Ya hay una camada de nuevos autores que han nacido de la autopublicación y que se habrían perdido en otras circunstancias.
¿Cómo le ha afectado el confinamiento, y en general, toda esta situación?
Soy gestor cultural y he tenido mucho trabajo realizando eventos on line durante el confinamiento, lo cual me ha permitido tener la cabeza ocupada, algo fundamental en estos casos. En cuanto a la situación, provoca tal grado de incertidumbre que no sabemos si quedarnos quietos o echar a andar. Es muy desesperanzador para todos los sectores, entre ellos la cultura. Lo único que podemos hacer es vivir el día a día.
¿Está trabajando en algún nuevo proyecto?
Mi novela acaba de salir y soy muy supersticioso: no empiezo a trabajar en un libro hasta que he terminado la promoción del anterior. Es como quitarle energía al lanzamiento. Ya tengo ideas para una nueva novela, pero empezaré a plantearme las distintas alternativas después de navidades.