Laura Carneros: «El material en que me baso son mis propias experiencias»

Fotografía de Fran Carneros

Proletaria consentida, publicado por Caballo de Troya, es el primer libro de Laura Carneros (Málaga, 1988). Nos acercamos a conocer más sobre esta escritora y su obra, una viva colección de reflejos de las dificultades de su generación.

Las dos palabras que conforman el título de Proletaria consentida son muy descriptivas en cuanto a su significado, pero especialmente la segunda arroja muchas connotaciones que dan a entender una situación de aprovechamiento, de no merecimiento, propia de una persona mal acostumbrada a algo superior a lo que le correspondería.

El título surge de mi experiencia personal, corresponde a una etapa en la que no encontraba trabajo, vivía en casa de mis padres y me veía como un parásito. Pensaba que no era propio de una joven de clase obrera, y además mis padres nunca me reprocharon nada, por eso también sentía que me estaban consintiendo demasiado.

A diferencia de lo que ocurría en épocas pasadas, cuando la cultura estaba solamente al alcance de los más favorecidos, en la actualidad incluso las personas más pobres tienen acceso a los libros y al conocimiento. ¿Crees que este hecho es decisivo para que las clases más bajas puedan autoanalizarse y verse a sí mismas en la sociedad desde otro punto de vista?

PortadaPor una parte sí creo que la cultura y la educación son esenciales para formar un pensamiento crítico. Pero por otro lado creo que para autoanalizarse o percibir la desigualdad no es necesario tener formación (ni siquiera la básica). La inteligencia se nos presupone como especie y creo que toda injusticia provoca incomodidad en quien la sufre. Mi abuelo, por ejemplo, que no fue al colegio, de adulto trabajó como obrero en la ampliación de una línea del metro de París en los años 70, y era muy consciente de las condiciones inhumanas en las que trabajaban. Su relato solo lo conocemos en mi familia, porque él no lo ha contado más allá de su círculo íntimo. Por eso creo que, además del acceso a la educación y la cultura, la diferencia es que hoy en día la democratización de los medios de comunicación permite que más personas tengan herramientas para contar sus experiencias en primera persona.

Una de las cuestiones que aborda tu libro es la falta de salidas profesionales que ofrecen determinadas carreras universitarias, al menos para quienes no tienen padrino. Hay voces críticas que argumentan que para evitar ese “efecto embudo” y la acumulación de jóvenes graduados frustrados, la solución pasaría por reducir el número de plazas de esas titulaciones porque esas cantidades no se ajustan al mercado laboral. ¿Qué les responderías?

No estoy del todo segura de que el principal problema sea que el mercado no pueda absorber el gran número de personas que se licencian cada año, sino que también habrá que ver cuál es el estado del tejido empresarial en España, vertebrado principalmente por el sector turístico. Pienso, por ejemplo, en la cantidad de licenciados en psicología que no ejercen, cuando es evidente que es muy necesaria una mayor incorporación de estos profesionales al sistema sanitario público. También es cierto que, hasta hace unos años, tener una licenciatura era sinónimo de encontrar un buen empleo, pero la mayoría se matricula en una carrera sabiendo cuál es la realidad laboral. Además, no solo se estudia para encontrar trabajo, las universidades son lugares donde adquirir conocimiento y me parece peligroso que el acceso se limite con el argumento de la baja empleabilidad.

Lejos de ser una novela lineal, Proletaria consentida se articula a lo largo de multitud de capítulos breves, incluso en algunos casos de una sola página. ¿Cómo fue el proceso de ordenación y pulimento de esos textos?

Cuando comencé a escribir estos textos tenía la idea de que eran apuntes para algo que en un futuro transformaría. Muchos surgen de mis diarios, otros son relatos que escribí partiendo de alguna experiencia personal, pero con todos sentía que eran esbozos a los que de vez en cuando volvía sin terminar de cerrarlos. Cuando al editor, Jonás Trueba, le pareció bien que cada texto tuviera su autonomía, dejó de preocuparme tanto el formato y me dediqué a escribir como lo había estado haciendo hasta el momento, centrándome más en la reescritura. El orden no lo tuve claro hasta el final, moví mucho los capítulos, son muy intercambiables y realmente la cronología de los acontecimientos no se corresponde exactamente a cómo sucedió en mi vida. El único que tenía claro es el que abre el libro.

Aunque la protagonista y primera persona no se llame Laura, parece entreverse que su situación y sus vivencias responden a un cariz autobiográfico. ¿Consideras que has volcado mucho de ti misma y con mucho detalle en este libro?

No tengo problema en reconocer que el material en que me baso son mis propias experiencias, aunque luego las mezcle, las transforme o den lugar a situaciones que realmente no sucedieron tal cual las cuento. Creo que he volcado los detalles con los que es fácil identificarse, o que describen una parte de la sociedad. Es cierto que hay capítulos, reflexiones muy íntimas, pero si las comparto es porque tengo la intuición de que son vivencias muy comunes. Mi historia no es extraordinaria, si lo fuera me daría más pudor compartirla. Es como quien tiene facilidad para desnudarse en público porque piensa que todos tenemos lo mismo, más feo o más bonito.

¿Cómo crees que va a ser para ti releer Proletaria consentida dentro de veinte o treinta años? Y no lo pregunto desde un punto de vista técnico como escritora, sino meramente personal, por las realidades y preocupaciones que describe.

Supongo que si estoy viva será como leer a otra persona, independientemente de que mis circunstancias sean similares o hayan cambiado mucho. Ya me pasa cuando leo cosas de mi adolescencia y supongo que será parecido.

Para los medios y los lectores se suele hacer cómodo encuadrar a las nuevas voces de la literatura en generaciones. En tu caso, estaríamos hablando de quienes nacieron a finales de los ochenta. ¿Así lo sientes tú o, en cambio, tus relaciones y tus sentimientos de identificación con otros autores y autoras no tienen edad?

La verdad es que con la publicación del libro he conocido otras obras afines, surgidas en un contexto similar y publicadas en los últimos años por escritoras (casualmente, todas mujeres) nacidas entre los 80 y los 90. Creo que es curioso, bonito, y no me importaría que me relacionaran con ellas, ya que sería un honor y también me veo reflejada en lo que escriben. Creo que con las autoras de otra época me siento identificada y con mis coetáneas puedo sentirme hermanada, el sentimiento es diferente.

¿Estás trabajando ya en un segundo libro o te lo vas a tomar con calma, habida cuenta de que la narrativa no es tu única faceta creativa?

No podría decir que estoy trabajando en ello, pero sí tengo una idea que me obsesiona (eso para mí ya es mucho) y voy tomando notas casi a diario. No sé muy bien cuánto tardaré en darle forma, o si en algún momento dejará de parecerme interesante.