Julia Viejo: «No concibo la ficción sin un mínimo de fantasía»


Mala estrella es un libro que gira en torno a Vera, una adolescente condicionada por un difícil entorno de adultos que se enfrenta a un verano en la casa familiar del pueblo. Su autora, Julia Viejo (Madrid, 1991), responde a nuestras preguntas para que podamos conocer un poco más acerca de la que es su primera novela.

El verano de los trece años no es precisamente un verano cualquiera por todos los cambios que se producen a esa edad y por esos primeros intentos por comprender el mundo de los adultos. ¿Qué te llevó a escribir una historia con una protagonista en ese punto de su vida y cómo fue el proceso de situarte mentalmente en él?

Julia Viejo portada libroPara mí los trece años es una edad muy interesante y ambigua, una edad orilla entre una tierra aparentemente firme (la infancia, la familia) y otro terreno acuático mucho más inestable y oscuro, pero que al mismo tiempo permite la expansión y la libertad de movimiento (la edad adulta). Es un caldo de cultivo perfecto para explorar literariamente la incomodidad, el cuerpo y la identidad, y por eso me interesa tanto.

Nadie elige en qué familia nace. En el caso de Vera, la protagonista y narradora, le toca en una que está determinada de manera inevitable por lo que hizo en vida su abuelo, ya difunto aunque al fin y al cabo siempre presente en forma de estatua, y por los particulares problemas de sus padres.

Sí, y al mismo tiempo esta familia me sirve para representar el propio sistema patriarcal. La larga sombra del abuelo muerto que se proyecta sobre los miembros de la familia, el peso de toda una tradición obsoleta cayendo sobre los hombros de los miembros de esta familia, sobre todo de las mujeres; pero también del padre de Vera, un hombre que se ha dejado arrastrar por el sistema y que ha tenido que ponerse un disfraz de algo que no es para cumplir las expectativas sociales y familiares.

Aunque Mala estrella es una señora novela de 230 páginas, nos encontramos con muchos elementos del cuento, como la forma en la que se despliega la imaginación.

¡Gracias por lo de señora! No concibo la ficción sin un mínimo de fantasía, magia… como quieras llamarlo. A veces solo es una extensión del propio lirismo, que me lleva a estirar lo extraordinario de lo cotidiano. Los cuentos además tienen una cierta magia en su circularidad, en su tono ligero y en su simbolismo. Y he intentado que todo eso esté también en una historia de 230 páginas.

Y además de la imaginación, otro elemento esencial del espíritu de este libro es el humor. Conviene aclarar que no se trata de un humor omnipresente, pero sí es cierto que incluso en momentos inesperados brotan del cerebro de Vera ocurrentes chispazos en su forma de presentar la narración.

Me gusta que se aprecie porque hay gente que me ha dicho que es una novela muy triste. Y es verdad, el fondo es triste, pero creo que la voz narrativa tan ingenua y libre le aporta un tono ligero e incluso esos chispazos a los que te refieres, que a menudo brotan de la propia incomodidad y la tensión permanente en la que vive la protagonista durante ese verano.

Esta es tu primera novela, pero anteriormente tuviste la ocasión de publicar relatos, llevar a cabo traducciones e incluso editar una antología poética de Gloria Fuertes. Después de haber probado la experiencia de todas estas facetas y teniendo en cuenta la acogida que está teniendo Mala estrella, ¿te ves centrándote más en la escritura de novelas?

Espero poder centrarme más en la escritura, tanto de novela como de cuentos. Aunque también me gusta mucho editar y traducir; es un soplo de aire fresco, te permite salir de tu propia cabeza, y por qué no decirlo, se paga mejor.

Durante un período de tu vida trabajaste como librera. ¿Qué supuso para tu formación como escritora esta experiencia del contacto diario y cara a cara con el público lector?

Por una parte, un baño de realidad. En una librería de gran superficie como en la que yo trabajaba se ve de primera mano cómo los mismos cinco libros de los mismos personajes televisivos y de los mismos grupos editoriales acaparan una y otra vez los tops de ventas. También te vuelves muy consciente de la cantidad de novedades que se publican a la semana. Y en la parte más literaria, hablar con tanta gente tan distinta a ti a diario es una inspiración constante.

Nunca has ocultado tu admiración por Ana María Matute, con la que a temprana edad tuviste un encuentro del que salió la que sería la última entrevista concedida por la autora, tres meses antes de fallecer. ¿Qué recuerdos tienes de aquella experiencia y cómo valoras su influencia en tu obra?

Fue una experiencia preciosa y un poco rara porque yo no había hecho jamás una entrevista, pero me encargaron esta solo para poder hablar con ella. Así que me hice pasar un poco por periodista (pido perdón al gremio por el intrusismo puntual). Lo importante fue que ella fue muy cariñosa, me contó un montón de cosas increíbles y no me decepcionó nada. Creo que compartimos una fascinación similar por el mundo y quizás también una cierta búsqueda de la luz en las tinieblas.

Tienes ante ti unos meses con múltiples entrevistas y actos promocionales. ¿Estás preparada para que te pregunten más de cien veces si este libro es autobiográfico?

Sí, no pasa nada. Es normal la curiosidad. Aunque me sorprende que alguien piense que es autobiográfico que un hombre monja se te presente en el baño de tu casa y se despida tirándose por la ventana.