Jacobo Bergareche: «La nostalgia es una especie de pasado tóxico»


La pérdida, la nostalgia y el amor son las poderosas fuerzas motoras de una historia en la que Diego, su protagonista, se reencuentra de manera totalmente inesperada con una persona que ya parecía enterrada en su pasado. Las despedidas (Libros del Asteroide) es la tercera novela de Jacobo Bergareche.

Las despedidas está cosechando buenas críticas entre los lectores, pero un efecto que se repite mucho en sus opiniones es el parangón con Los días perfectos. ¿Crees que, de algún modo, Las despedidas merecería haber tenido una vida propia sin la existencia del otro libro para ser valorado con otros ojos, aun dentro de lo positivas que son las reacciones que ha suscitado?

Era un poco inevitable. Cuando una novela de repente adquiere una cierta notoriedad y se hace muy visible, la gente que acude a la siguiente que escribes lo hace con la anterior en la memoria y entonces establece la comparación. No es algo que me preocupe mucho. Hay a quien le gusta más Las despedidas y a quien le gusta más Los días perfectos, y al final todo el mundo las compara. Veo bien que un libro pueda tirar del otro; al fin y al cabo, ambos tratan temas parecidos y en cierto modo están emparentados, de hecho, hay personajes de un libro en el otro. Pero a mí lo que me encantaría es que los comparasen con mi novela anterior, Estaciones de regreso, que fue la primera y pasó inadvertida.

Diego, el protagonista, se topa por casualidad con una mujer que fue muy importante para bien en un punto concreto de su vida veinte años atrás, pero este reencuentro le llega siendo ya padre de familia y además en un momento nada oportuno. Por todo lo que remueven, e incluso por lo que pueden descolocar, este tipo de encuentros tan a toro pasado, ¿casi es mejor que no tengan lugar?

PortadaNo es cuestión de si es mejor o no que algo así suceda, es que es inevitable que el pasado vuelva a tu vida en el momento en que tienes un pasado. Con veinte años no te ocurre porque todavía no lo tienes, tu pasado amoroso es mínimo, pero con cuarenta o cincuenta años ya cuentas con un pasado y además empiezas a tener nostalgia, que es una especie de pasado tóxico porque empiezas a desear otro tiempo que está por detrás, y no el que está por delante o el mismo presente. A partir de una edad te terminas por encontrar a gente, ya sea de un modo fortuito como en Las despedidas, o de otra manera más buscada, como antiguos compañeros del colegio que te localizan a través de Facebook. Al final el pasado te revisita, no lo puedes evitar. Y si no te revisita, es porque no has tenido un pasado, y eso sí que es un drama. Esto ya lo decía Albert Camus en un ensayo llamado Retorno a Tipasa, un libro precioso, que el drama no es haber perdido a un amor o haber dejado de amar, el drama es no haber amado nunca. Y el que tiene un pasado se reencuentra con él.

En el caso de esta historia, además, se da la circunstancia de que convergen súbitamente muchas emociones: el duelo, el amor, la nostalgia, las dudas… Es un cóctel de sentimientos muy potente.

Sí, lo es. Es que sobre todo con el duelo pasan muchas cosas, es un momento de fragilidad enorme en el que muchas veces nos abrimos a los extraños, porque tanto uno mismo como su círculo afectivo están en la oscuridad y encontrar esa grieta por la que entra la luz suele ser a través de una persona ajena.

Es muy poderosa la fuerza de la activación del recuerdo a largo plazo que permanecía enterrado, cuando regresa con una carga sensorial y orgánica muy nítida, al menos aparentemente nítida.

Cuando tú evocas una memoria, cuando rememoras, es como cuando sacas un archivo de una carpeta del ordenador y, en el momento en que lo haces, ese archivo se vuelve editable otra vez. Normalmente, cuando recordamos transformamos la memoria, le volvemos a dar lustre, trabajamos sobre ella y la convertimos en relato; le damos forma para que encaje en lo que nos contamos a nosotros mismos del pasado. Por eso parece que adquiere nitidez otra vez, pero lo que estamos haciendo con nuestro pasado es reconstruirlo contándonos nuestra propia historia.

Los recuerdos de Diego en el festival Burning Man tienen mucha presencia en estas páginas. ¿Crees que hay alguna posibilidad de que a la edición de este año asista alguna persona a raíz de haberse interesado en él gracias a haber leído tu libro?

¡Pues estaría bien! Si alguien lo hace, me gustaría que me lo contase. Aunque creo que serán más personas las que hayan descubierto el festival gracias a lo de Íñigo Onieva o por las lluvias que anegaron el lugar el año pasado. Yo no he ido nunca, pero sí muchos amigos míos que además repiten todos los años. De hecho, el libro está dedicado a Miguel Olivares, que es un señor que va siempre y arrastra consigo a mucha gente. Él es quien me contó muchas cosas, fue como mis ojos en el festival.

Dicen que las comparaciones son odiosas, y hay un pasaje en el que el narrador se mete en la cabeza de Diego para mostrarnos una comparación, y no precisamente para bien, entre sus propios hijos y otro personaje que no vamos a citar para no desvelar aspectos de la trama a quienes lean esta entrevista antes que el libro. Para ti, como padre, ¿fue incómodo llevar a Diego a esta tesitura?

Sí, lo fue. Es que es terrible cuando ocurre eso. Mucha gente piensa que es el momento más duro, o uno de los más duros del libro. Es muy triste comprobar que él mira a sus hijos con decepción. Es un momento triste porque cambia la luz bajo la que ve a sus hijos, ya que la luz la da otro con quien los compara y sus hijos pasan a estar en la sombra. Es duro, pero la vida es así a veces.

El personaje de Claudia lo conocemos de una manera indirecta y más bien sesgada, principalmente a partir de lo que el punto de vista de Diego filtra sobre ella y en algunos casos sobre acciones que realmente no ha llevado a cabo, sino que podría llevar a cabo. ¿Es el personaje más perjudicado por la forma en la que está construido el libro?

Totalmente. Es que no sabemos quién es Claudia. Ni el propio Diego sabe quién es Claudia: piensa que está discutiendo y en realidad está riendo, va anticipando las cosas que cree que le va a decir… Él no sabe ver del todo a su mujer. Claudia en ese momento está desviviéndose por cuidar de una amiga que llega en mal estado tras una separación, mientras Diego se encuentra en su propia aventura. No se corresponde la acción con cómo la ve él.

Hay muchos diálogos que en la realidad interna de la historia tienen lugar en inglés pero que en libro, exceptuando frases cortas y palabras puntuales, obviamente los leemos en español. ¿Te los ibas imaginando directamente en inglés en boca de los personajes mientras los escribías para que resultasen más verosímiles antes de traducirlos tú mismo al español?

Algunas veces lo hacía así, pero otras no, porque ya estaba tan metido en el flow del libro que dejé de pensar de ese modo y ya quería que todo fluyera de una manera más coloquial en español. A veces pensaba en Under the Volcano (Bajo el volcán), que es una de mis novelas favoritas, en la que hay mucho en español entre el inglés y me gusta cómo está integrado. En mi libro algunas cosas tenían que estar en inglés porque poseen un regusto diferente, expresiones como baby, you’re cool… También en Los días perfectos hay frases en inglés.