La Literatura es cosa de serios


La Real Academia de la Lengua define risa como el movimiento de la boca y otras partes del rostro, que demuestra alegría. Alegría la define como el sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores. No hace falta ser un genio para interpretar “sentimiento grato” como algo bueno.

El mundo de la cultura en general y el de la literatura en particular, es un mundo serio. Parece que el humor está mal visto. Nadie va a un museo, ve un cuadro y empieza a reír. Nadie ha ido a una convención sobre Nietzsche y ha salido llorando de la risa. Si te ríes… no eres de los suyos. Por la razón que sea se ha extirpado el humor, la alegría y la sonrisa, de la cultura. Ignoro si al mundo de la erudición le va bien poner esa muralla delante de su gran castillo de sabiduría y egocentrismo, pero seguro que es una de las razones por las que la gente “normal”, los civiles no ilustrados, no quiere o no puede entrar en él.

Si nos centramos en la literatura, es casi peor. Aún pone más barreras. La más alta de todas es la de que solo puedes escribir si eres, ortográficamente hablando, perfecto. Como si todo el mundo que sabe de diptongos o hiatos tuviera algo que contar, como si no importara la historia que tenga alguien en su cabeza mientras no escriba bien. “Perdone Señor Tolkien, ¿Cómo vamos a publicarle el libro si ha puesto 4 veces la palabra día sin acento? Eso hace que chicos con imaginación y ganas de contar historias, se echen a un lado. Los mejores cuentacuentos, de siempre, han sido los abuelos y, hasta esta generación, pocos eran los que juntaban 2 palabras seguidas.

Otra de las barreras que pone la literatura a la hora de acceder a ella es su obstinada insistencia para que la gente no lea. Me explico; ¿cuántos posibles lectores ha perdido la literatura contemporánea porque en los institutos no han sabido venderles el placer de leer? Si tú quieres que los jóvenes lean y sean adultos con libros en las estanterías en lugar de juegos de consola, no des a leer a los chavales de 14-15 años libros como El Quijote o El Cantar del Mio Cid. A esa edad no les va a gustar y lo único que vas a conseguir es eso, que la lectura les aburra. Yo aún me despierto con sudores fríos por la espalda recordando Yerma, de lectura obligada en el instituto. Oblígales a leer cosas con las que se puedan sentir identificados. ¿Qué es más importante? ¿Aficionar a la lectura o enseñar literatura clásica, que como mucho te ayuda a ganar al trivial?

La tercera barrera, la tercera criba, es la del humor. No me refiero a ensayos del cómico de turno sobre la vida ni a libros de chistes. Me refiero a usar el humor, en cualquiera de sus variantes, como vehículo para llegar allí donde no llegan otros vehículos. Hay novelas de y con humor, lo sé. Muchas y buenas, no quiero que nadie se moleste por esto ahora, pero si hacemos una lista de las mejores novelas humorísticas la gran mayoría ni nos sonarían. Stephen King utiliza el terror, Asimov la Ciencia ficción, otros la poesía, muchos la novela negra, etc… ¿Y el humor? ¿Nadie ha pensado que si hubiera más libros divertidos a lo mejor habría más gente que leyera? ¿No será que no interesa a la cultura, la literatura o a quien sea que alguien que se ríe con Arévalo, por poner un ejemplo, lea, porque eso sería igualar y equiparar a todo el mundo? Mi teoría es que al igual que las universidades, donde parece que vuelve a molestar que la gente humilde estudie y suben cada vez más las matrículas, a alguien no le interesa que la gente lea, que la gente vaya en bermudas a la ópera o que lleve a sus ruidosos hijos al Prado a ver cuadros.

Y ahí me encontraba yo. Con cierta imaginación y creatividad pero con muchas faltas ortográficas, muchas aún las conservo hasta con cierto orgullo (el mundo me ha hecho así). Con parones de lectura de hasta diez años porque no encontraba libros que me gustaran. Leí Yerma, Don Quijote, El Cantar del Mio Cid, muchos de los clásicos de la literatura universal, etc… pero nadie me enseñó los libros adecuados a mi edad, no me aficionaron a la lectura y lo fui dejando, lo fui dejando…

¿Y ahora qué? El cuerpo me pedía escribir algo que a mí pudiera gustarme. Algo que disfrutara leyendo. Había empezado un montón de libros sobre piratas, robots, enanos con anillos y ninguno me llegaba. Vocabulario para eruditos, escritores adornándose en su prosa y haciéndola ilegible para las gentes normales que ven fútbol y Gran Hermano, descripciones kilométricas que lo único que hacen es atrofiarte la imaginación (si un pirata se sube a un barco no necesitas 4 páginas de descripción de ese barco, ya me encargaré yo de imaginármelo) y personajes de otras épocas que poco tienen que ver conmigo. Decidí hacer un libro para mí.

Mucha gente que leía mis tonterías en Facebook, empezó a animarme a escribir algo y me envalentoné. Con este propósito empecé a escribir Autocompasión de un Tonto con Suerte. Jamás pensé que este libro se acabaría, que se publicaría y menos que alguien que no fueran mis padres o hermanos, lo comprarían, como así ha sido. Mi primera gran sorpresa fue ver que a mi mujer le gustaban las páginas que escribía cada día y que me pedía más. Sin ella y ese “extraordinario” gusto por mi literatura jamás hubiera habido libro. Como a ella le gustó me decidí a enviarlo a las editoriales y una de ellas, Atlantis, la quería publicar. Hasta aquí era todo fantástico y pasó a ser de un surrealismo maravilloso cuando la gente empezó a leerlo y decirme que le había gustado. Después ya vinieron las presentaciones, la radio, alguna tele local, etc…Todo esto no hacía más que reafirmarme en mis convicciones de que a través del humor, bastante presente en mi novela, se puede llegar a la gente. Varias personas, 4 para ser concreto, me han dicho que hacía muchos años que no leían y que después de leerse mi libro, les ha apetecido seguir leyendo y, ¿Saben una cosa? A mí me ha pasado lo mismo. He leído, en los 6 meses siguientes de acabar mi novela, más libros que en los últimos 20 años.

Así que yo, mozo de almacén de 38 años, sin estudios universitarios, con faltas de ortografía y con un humor absurdo que utilizaba como coraza para proteger mi introversión del resto del mundo he conseguido, sin saber cómo, saltarme todas las barreras, todos los atajos y he creado algo de lo que sentirme orgulloso. Que la gente me diga que se ha enganchado enseguida a la novela y que se ríe sola en el metro mientras los demás pasajeros le miran extrañados, es muy bonito. A lo mejor, solo a lo mejor, hay un pequeño resquicio para el humor escrito entre el terror, el thriller, la literatura romántica y/o erótica y la fantasía épica. A lo mejor cada uno necesita un libro que le estimule. A lo mejor, el humor estimula.

Ahora sigo escribiendo. Nunca lo había hecho pero ahora no voy a parar. Sigo siendo un mísero peón en un almacén lúgubre y sombrío al que escribir sobre un personaje gafe, que no era más que una caricaturización de sí mismo, le cambió la vida. Ahora, además de trabajar en el almacén, lucho, como Don Quijote, contra los molinos, por conseguir que mi pequeña novela , de mi editorial pequeña, consiga un sitio en las librerías. No quiero hacerme famoso, ni hacerme rico, ya he visto que de la literatura no se come, lo que quiero es que la gente ría y se lo pase bien.