En la primera entrevista del año nos acompaña Benjamin Recacha, autor, entre otras novelas, de El viaje de Pau.
¿Cuándo empezaste a escribir?
De niño. Recuerdo las historias alocadas que escribía en el cole y que me gustaba leer ante la clase. Desde entonces, no he dejado de escribir, aunque hasta bien entrados los treinta no me planteé en serio ponerme con una novela. En 2012 acabé la primera, El viaje de Pau, y ahora ya estoy corrigiendo la sexta.
Sueles enarbolar la bandera de la autopublicación. ¿Cuáles son sus principales virtudes según tu punto de vista?
Para mí la autopublicación ha sido la escuela que me ha enseñado cómo funciona el mercado editorial. Cuando acabé mi primera novela, tenía una imagen bastante romántica e ingenua del sector, y meterme ahí con la osadía de hacer camino por libre ha sido una experiencia bestial. He conocido a un montón de gente maja, he tenido el privilegio de participar en eventos literarios interesantísimos y he hecho muchos amigos que comparten mi misma pasión por las letras. Lo mejor, sin duda, es el contacto directo con lectores y autores. Que un desconocido te diga que leer uno de tus libros le ha cambiado la vida, o que contacten contigo de un instituto de la Patagonia para que chavales de quince años trabajen con tus textos durante un trimestre, no tiene precio. Son cosas que te marcan para siempre. Sin embargo, la autopublicación agota. Si tienes la pretensión de lograr visibilidad en el sector, afianzando cada paso que das, requiere tal derroche de energía y de imaginación en cosas que no son creación literaria, que es muy complicado mantenerlo en el tiempo, sobre todo si quieres escribir más novelas. En mi opinión, es una buena opción para quien empieza, siempre y cuando se haga con mimo, teniendo respeto por nuestro trabajo y por los lectores, y para autores consolidados, cuya marca personal haya logrado tanto o más prestigio que la de cualquier editorial importante. Sí, ya, de esos los hay contados con los dedos de una mano.
Eres socio de PAE (Plataforma de Adictos a la Escritura) y de AEN (Asociación de Escritores Noveles), y pasarás a dirigir su delegación en Barcelona. ¿Qué crees que representan estas asociaciones de escritores en el mundo literario?
Un logro. El éxito personal para un autor anónimo como yo es que un desconocido te diga que ha leído una de tus novelas, pero eso es algo anecdótico. Estoy convencido de que, teniendo en cuenta los cambios que ha habido en los últimos años a nivel tecnológico, que están afectando de forma indudable al mercado editorial y a la forma de leer y de percibir la literatura, es absurdo que cada escritor se limite a mirarse el ombligo. Yo, sin una editorial importante que apueste por mí, no tengo ninguna posibilidad de avanzar yendo solo. Sin embargo, con el apoyo mutuo, los autores anónimos podemos hacer cosas muy interesantes como colectivo. La AEN, la PAE, Resistencia Literaria o el Club CreAcció, por citar los ejemplos que conozco más de cerca, son aire fresco; son una realidad a aplaudir con entusiasmo, porque multiplican de forma exponencial la repercusión que obtendría cada uno de sus integrantes de forma individual. El éxito de cualquiera de mis compañeros lo percibo como un éxito propio, lo que destroza el mito de que los escritores son seres individualistas, y además estamos consiguiendo otra cosa magnífica: poner en las manos de la gente libros que hasta no hace mucho eran ignorados y despreciados. Estamos contribuyendo a acabar con los prejuicios sobre esas obras que no van avaladas con un sello editorial reconocible.
Las portadas de tus libros son muy potentes y visuales. Las hace tu hermano Fran, que también está convirtiendo en cómic tu novela Memorias de Lázaro Hunter. ¿Cómo es trabajar codo con codo con él?
Para mí es un lujo. Mi hermano Fran es el mejor artista que conozco, y esas portadas son la mejor tarjeta de presentación para mis libros. Parecen decir: «Si yo estoy aquí, lo de dentro sólo puede ser bueno». Lázaro Hunter es un personaje suyo. Hace unos años me planteó escribir su historia para convertirla en novela gráfica, cosa que me entusiasmó. Así nació Memorias de Lázaro Hunter, un western divertido y repleto de acción, con toques de magia, cuya adaptación a cómic avanza poco a poco, y, qué voy a decir yo, está quedando impresionante. Hasta ahora no ha habido suerte con las editoriales, pero estoy seguro de que acabaremos encontrando una buena opción para publicarlo.
Tienes un libro titulado Cartas a un escritor: ¿Cómo se escribe un best-seller? Cuéntanos, ¿Cómo se puede escribir uno?
Es lo que nos seguimos preguntando mi colega Toni Cifuentes y yo. Cartas a un escritor… surgió de un experimento que podría calificar de terapéutico. Yo estaba escribiendo Con la vida a cuestas, mi segunda novela, y paralelamente seguía empeñado en promocionar la primera. Empecé a hacerme preguntas, a desanimarme incluso, y pensé que podía ser una buena terapia contarle mis penas a otro escritor que, como yo, picaba piedra para salir del anonimato. Así que le escribí una primera carta a través de mi blog la recacha. A él le motivó la propuesta, y así estuvimos durante un buen tiempo. Al cabo de un año, más o menos, decidimos compilar todas las cartas en un ebook, y añadir algunas reflexiones sobre lo aprendido en nuestra aventura literaria. De ahí la pregunta del subtítulo. La conclusión es muy sencilla: no tenemos ni idea de cómo se escribe un best-seller. Lo que sí sabemos es que hay un número sorprendentemente elevado de gurús «literarios» que aseguran tener la poción mágica para hacerlo, y una cantidad sorprendentemente elevada de aspirantes a escritor que compran esos manuales, de manera que acaban convirtiéndolos en best-sellers. No sé cómo se escribe un éxito comercial, pero sí sé que quien es escritor porque necesita serlo tiene que escribir lo que le apetezca. Los escritores de manual, los que siguen esas instrucciones «mágicas», no tienen nada que aportar al mundo literario.
Sabemos que tu próxima novela pertenece al género policíaco ¿Nos puedes adelantar algo?
Sí, claro. El protagonista es el inspector de policía Jesús García, uno de los personajes que aparece en Con la vida a cuestas. Es un tipo intachable, devoto servidor de Dios, convencido de que su misión en la vida es enfrentarse al mal. Está casado y tiene una hija adolescente, Inés, atea y muy de izquierdas, con quien mantiene interesantes debates filosóficos. La novela se desarrolla a lo largo de una semana, desde que aparece el cadáver de una prostituta con extrañas incisiones por todo el cuerpo, hasta que se produce el sorprendente (eso espero) desenlace. Evidentemente, hay un asesino, cuya actuación provocará que el protagonista se replantee muchas cosas, y los personajes que dan sentido al extraño título que se me ocurrió cuando ya estaba a punto de poner el punto final: Días de arañas, buitres y ovejas. Diré que las arañas son reales, pero los otros dos animales responden a su sentido figurado. La acción transcurre a principios de este siglo. La trama policial, que constituye la columna vertebral de la historia, está complementada con una dura crítica a la política, a los medios de comunicación (buitres), y al «borreguismo» gregario de buena parte de la sociedad (ovejas). Ahora estoy en plena fase de corrección. Esta vez tengo bastante claro que voy a buscar editorial.
Además de esta novela, ¿qué otros proyectos tienes?
Lo siguiente que escribiré es la segunda parte de Memorias de Lázaro Hunter. Ya tengo bastante definidos a los nuevos personajes, y he empezado a pensar en algunas escenas divertidas. Me apetece mucho retomar este proyecto porque escribiendo la primera parte lo pasé en grande. También tengo la idea de reunir en un libro los mejores relatos que he escrito durante los últimos años. Creo que acumulo un puñado de ellos lo bastante interesantes como para que quede una buena compilación.