Youssef El Maimouni: «El mundo de la cultura sigue siendo bastante folclorizado y poco diverso»


Youssef El Maimouni es el invitado de hoy y viene a hablarnos de su nueva novela Nadie salva a las rosas, publicada por Roca Editorial. El autor ha participado en la edición de BCNegra (el festival de novela negra de Barcelona) de este año.

Nadie salva a las rosas es tu segunda novela, ¿estás satisfecho con la experiencia de la primera, Cuando los montes caminen?

PortadaSí, mucho. Mientras escribía la novela y una vez publicada no me alejé de mi principal motivación, que era aportar una nueva visión en la historiografía referente a la participación de las tropas moras en la guerra civil. Se ha escrito mucho sobre la guerra civil y los moros siempre aparecían bajo el mismo prisma. Me parecía y me parece extraño que nadie antes haya intentado narrar la historia desde el otro lado, con matices. Soy consciente de que hay una cuestión ideológica, pero si uno compara el trato brindado a los moros con el que han recibido, por ejemplo, los legionarios veremos que en este último caso sí que hay matices interesados. ¡Si incluso les han dedicado una estatua en Madrid! ¿Alguien imagina un homenaje de tal calibre en honor a las tropas moras en España? No, nadie está tan loco. A su vez, me siento orgulloso ya que las críticas más veladas han llegado por parte de personas con una clara ideología de derechas y conservadora: cuesta aceptar que para ganar la guerra tuvieron que tirar de la ayuda de moros, de fascistas italianos y de la industria armamentística alemana. Que no hubo nada heroico por parte de los vencedores. Y en el ámbito académico ha tenido una muy buena aceptación, tanto en España como en Marruecos. A día de hoy sigo recibiendo mensajes de profesorado universitario que incluyen la lectura en su asignatura y de alumnos que han incorporado la obra, por ejemplo, en tesis doctorales o tesinas.

En la novela uno de los personajes principales y que investiga lo ocurrido con Rihanna es un mediador social, ¿lo has escogido por cercanía, ya que tú también lo eres?

Hace bastantes años que me dedico al mundo de la educación social y siempre he pensado que es una mina de historias de las que podrían escribirse decenas de novelas y relatos. En este caso he jugado con la autoficción por un lado y creando un personaje diferente o no tan común dentro del género. Existen detectives, policías, periodistas, abogados, personajes en silla de ruedas que resuelven un crimen, pero no he conocido una obra en la que uno de los «protas» sea un educador social. No descarto que exista, no he leído toda la literatura negra o policiaca que se publica. Pero como todos sabemos, en el género no se consuela al lector, si no que se narran las injusticias sociales, los dilemas morales de los individuos y de los grupos que aparecen en ella, por lo que la profesión del personaje funciona en este sentido. Un educador social tampoco consuela, o no debería, más bien construye puentes para conectar un punto con otro.

En tu trabajo con menores no acompañados habrás visto muchas cosas, ¿hay algo en la historia que tú hayas vivido? 

Así es, por desgracia. Algunas las he vivido yo, otras mis compañeros y otras, por supuesto, son fruto de la ficción. Y es harto conocido aquello de que la realidad supera a la… No quiero caer en un discurso panfletario, además reconozco que con el tiempo me he enfriado, me he acorazado, pero para los que trabajamos a pie de calle no es fácil gestionar tanto dolor. Y no me refiero solo a los menores no acompañados, también están los continuos desahucios, la falta de suficientes recursos para acompañar a las personas con problemas de salud mental, el abuso policial provocado y alentado por el sistema capitalista en el que vivimos, la cuestión de las personas sintecho, el abandono en el que sumimos a las personas mayores y un sinfín de injusticias sociales a las que tristemente nos estamos acostumbrado. Y lo que es peor, invisibilizando.

Expresas algunas críticas contundentes en la obra, ¿crees que podría ocasionarte problemas? 

Quien no entienda que Nadie salva a las  rosas es una obra de ficción tiene un problema. Y es evidente que hagas lo que hagas, aunque sea nada, siempre vas a recibir críticas. Y si a alguien le molesta, significa que algo he hecho bien. Estoy tranquilo, por ahora solo he recibido mucho cariño de quienes han leído la obra y de quienes agradecen que no sólo me conforme con escribir.

¿Qué piensas que aportan autores de diferentes orígenes a la literatura española actual?

Todo. Durante siglos hemos leído a hombres blancos. Pues ahora hay mujeres, hay personas racializadas, hay diferentes voces que hacen más rica la cultura y la sociedad en general. Además, plantea diferentes conflictos, por lo que el debate, el diálogo, el replantear la cultura es constructivo en sí mismo. Es inevitable, por mucho que les pese a los retrógrados que alzan el brazo bien alto saludando el sol.

¿Hay suficientes voces que muestren ese punto de vista?

No, no las hay. El mundo de la cultura sigue siendo bastante folclorizado y poco diverso. Si bien es cierto que, poco a poco, van apareciendo nuevos perfiles en la danza, en la música, en el cine, en el teatro… que narran nuevas realidades. Pero seguimos a años luz en comparación con otros países. Por ejemplo, en Barcelona, más del 25% de residentes ha nacido fuera de España. Este dato no se ve reflejado en ninguna producción artística.

Tu anterior novela era histórica, esta es un thriller, ¿cual será el próximo género?

No quiero encasillarme en ningún género y cada uno de ellos ofrece una variedad infinita de posibilidades. Es indudable que la primera es una novela histórica, pero sobre todo es un bildungsroman. De la misma forma, Nadie salva a las rosas es una suma de géneros: el negro, el policial, el político, el social. Con la tercera, mi intención es ambientarla en un futuro distópico, pero pretendo que sea una novela coral, una novela árabe, siguiendo la tradición de la literatura egipcia, libanesa o iraquí.

Pretendes escribir una trilogía, ¿estás ya trabajando en la tercera entrega?

Estoy en el proceso embrionario: tomando notas, perfilando personajes, leyendo. Constantemente pienso en el nuevo proyecto, pero no quiero correr, tengo que macerar la idea y desempolvar la brújula cuando llegue el momento indicado.