Patricia Almarcegui:«Me gusta trabajar con imágenes sensoriales»

Fotografía de Francesc Guitart

P. Almarcegui libroEntre el presente y el pasado, entre Irán y Menorca, Las vidas que no viví nos invita a un viaje interior con una sensibilidad exquisita y, al mismo tiempo, natural. Charlamos con su autora, Patricia Almarcegui, para conocer un poco más acerca de este libro que edita Candaya.

Tu libro se titula Las vidas que no viví. ¿Cuántas vidas da tiempo a vivir en una vida?

Yo creo que muchas y además están las vidas que ofrece la ficción. Las novelas, el cine, leer y escribir, ver también, es tener la posibilidad de vivir las vidas de los otros y las otras.

Si bien resultaría una frivolidad medir la complejidad de un libro por su grosor, quizás alguien pueda caer en la tentación de pensar que, con 138 páginas, el tuyo es una obra sencilla. Sin embargo, detrás de este poco copioso número, se esconde un largo y laborioso trabajo de documentación y preparativos, ¿es así?

Sí, ha sido un trabajo de cinco años y he trabajado con tres manuscritos. Como a veces ocurre, he desechado mucho. Luego he hecho un trabajo detenido con el lenguaje. Buscando, escuchando, cambiando palabras. Corrijo mucho. Buscaba intensidad en todos los fragmentos. Que las voces de las dos protagonistas tuvieran la mayor intensidad posible. No sé si lo he conseguido.

Estamos ante una novela en la que tiene una extraordinaria relevancia lo sensorial: colores, texturas de la naturaleza, sinestesias, el poder del mar, de la tierra…

Sí, me gusta trabajar con las imágenes sensoriales. Creo que pueden anclar al tiempo real, es decir, devolver el tiempo del relato al lector y hacerlos compartir la misma experiencia. Por decirlo de alguna forma, la memoria las recuerda mejor.

¿Por qué son tan importantes para ti los conceptos de jardín y huerto?

Porque representan la relación del hombre y la mujer con la naturaleza desde hace siglos. También la relación con el agua, el clima, la arquitectura del agua, la relación con la luz y, claro, la alimentación. El huerto puede ser jardín y el jardín puede ser también huerto.

Quien lea Las vidas que no viví comenzará por situarse mentalmente en Menorca, pero el recorrido vital de una de las dos voces principales, una mujer separada en un Irán poco conocido para el público en general, va a abrir una gran ventana a la que asomarse.

Sí. Es Pari, una mujer que llega a Menorca con alrededor de 75 años desde un pueblo de la región de Yazd. Como si conversara con la otra protagonista menorquina, irá apareciendo su infancia, juventud y senectud en Irán, y también, algunos acontecimientos históricos que forman parte de su contexto.

Un hotel abandonado de Menorca ejerce como marco. Tal y como están las cosas, no solo en Menorca, sino en Baleares en general, ¿esto es de algún modo una metáfora de lo que podría acabar siendo la isla algún día, un gran hotel abandonado?

No es una mala metáfora… pero no creo que en el mundo acabe nada, desgraciadamente, sin ser vendido, comprado, especulado. Lo he visto y veo en los viajes, en Yemen, Irán, Marruecos, Oporto, todo está en construcción. Ojalá me equivoque.

Has escrito varios libros de no ficción relacionados con viajes, especialmente centrados en países asiáticos como Japón o Irán, entre los cuales se han ido intercalando las publicaciones de tus novelas anteriores, siendo esta la tercera. ¿Se han enganchado más personas a tu narrativa a partir de tus ensayos y libros de viajes, o al contrario?

No lo sé. Creo que ha habido de todo. Hay quien ha leído mi novela El pintor y la viajera y no ha leído nada más o quien conoce mi trayectoria por mis ensayos o crónicas viajeras, o quien se ha aproximado por mi pasado como bailarina en La memoria del cuerpo. Ahora es un momento muy bonito y hay quien se acerca en alguna presentación con todos mis títulos para que se los firme.

Si solo pudieras viajar a un único país en lo que te queda de vida, eso sí, un número ilimitado de veces, ¿cuál elegirías?

Es una pregunta muy difícil. Llegada a una edad lo que deseas es volver a los lugares que has visitado. Creo que lo que echaré de menos al final de la vida o las imágenes que se me aparecerán al final de ella serán las de Menorca. Mi lugar de residencia.