Tenemos con nosotros a Benito Pascual Asensio, novelista y poeta. Acaba de publicar el poemario Luces buscan sombras en la Editorial Gravitaciones.
¿Desde cuándo escribes?
Debería de hacer una prospección arqueológica en mi yo, rebuscar en el fondo del baúl personal para descubrir cuál fue ese primer momento. Lo que sí es cierto es que mis recuerdos se dirigen a la infancia. Y en ese lugar remoto aparecen imágenes en los que esbozo versos infantiles, en los que se vislumbra un río, pájaros volanderos, árboles, escritos musicales sin más pretensión que dibujar un universo íntimo, una huella impresa en el pensamiento, originado en mis primeras lecturas y en la interpretación primigenia de la vida. Después, ya en la adolescencia y primera juventud, garabatee cuadernos, a veces, en forma de diarios, poemas, narraciones desfragmentadas e inconexas, todas ellas escritas a partir del devenir de los acontecimientos. Algunos de esos cuadernos aún los conservo. Más tarde, en la treintena, absorbido por la inquietud que me generó (y me genera) la literatura, continué escribiendo. Fue época de búsqueda interior y afán por encontrar la voz exacta que me definiese. Tiempo de talleres literarios, participar en antologías, intentos imprecisos por dar forma a esa otra vida interior escondida en la caverna subterránea de mi personalidad. Y seguí en el empeño, hasta que, por fin, di a luz a la primera criatura literaria: Laponia Insólita (2014), una especie de libro de viaje ficcionado. Por tanto, y respondiendo a tu pregunta, escribo desde casi siempre.
Has escrito poesía, novela, relato, incluso divulgación, ¿dónde te sientes más cómodo?
Si te contesto desde el ahora, te diría que en la poesía. Este libro de poemas (Luces buscan sombras, Editorial Gravitaciones) que acabo de publicar es el resultado de un viaje poético, una incursión en el género, que comenzó con la escritura de Vientos difíciles (2019). La intermitencia, tan característica de la poesía, me permite adaptar el proceso de construcción literaria a mi existencia, a sus exigencias, las que amenazan con robar tiempo a la escritura. Pero me niego a abjurar de las otras formas, de los demás géneros. Para mí, resultaría una incongruencia. La novela, el relato, el microrrelato, el ensayo, todos ellos, me ofrecen otras formas de expresión y comunicación. Más bien, hablaría de ciclos, procesos concretos, donde cada una de esas actitudes creativas tiene su propio lugar. Es algo que no se decide, muy al contrario. Ahora es la poesía la que me ha elegido a mí, aunque es posible que en breve, lo sea la novela, el ensayo, la escritura didáctica o el reportaje, quién lo sabe.
Eres colaborador de la sección literaria de Onda Cero Zamora, ¿cómo transmitir la pasión por la buena literatura?
Precisando, te diré que fui, fui un tiempo colaborador de una sección literaria, muy humilde, en Onda Cero en la que se hablaba del cuento literario (infantil y de adultos). Esa aventura radiofónica, lo mismo que lo fueron otras experiencias, como la narración oral, me sirvieron para divulgar esto que es uno de mis argumentos vitales más consistentes: la literatura. Aprendí a dar forma con palabras habladas lo que fluía desde las interioridades. En este sentido, y ajustándome a tu pregunta, te diré que tratar de decirlo de manera auténtica ayuda al resto, a los que escuchan o leen, y de esta manera, acercar tus obsesiones personales, tu forma de ver las cosas. Esto es difícil, pero estoy convencido de que, de esta manera, se conecta con muchas personas, se genera expectación por lo que se dice o se escribe. Uno de los asuntos más difíciles de conseguir por quienes escribimos es la creación de un yo particular, distintivo, la construcción de una voz distinguible, reconocible. Transmitir buena literatura tiene que ver, a mi modo de ver, con ese afán por construir una voz propia.
¿Cuáles son tus gustos personales?
Si te refieres a los literarios, he ido dando bandazos de un lugar a otro. Tengo, claro, mis autores y autoras preferidas. En poesía, mencionar a Ángel González, Gil de Biedma, por ejemplo. En novela, me resulta más difícil resaltar algún escritor o escritora. No obstante, bucee un tiempo en el realismo mágico; Cien años de soledad fue un libro que leí en la juventud y me marcó. También lo hizo El extranjero de Albert Camus. Muchos libros de viaje del malogrado Javier Reverte fueron un estímulo importante en cierto momento. En fin, podría seguir la lista. En la actualidad, se hace también buena literatura. De vez en cuando se descubren delicatesenn literarias, diminutas joyas. Sin embargo, no tengo gustos demasiado definidos, me muevo más por la intuición a la hora de elegir lo qué leer.
También eres profesor, ¿cómo animar a los jóvenes a leer?
Esta misma mañana hablaba con varias compañeras de ello. Y nos hacíamos la misma pregunta. Llegábamos todas a la misma conclusión: por lo general, nuestros alumnos rechazan aquello que les supone un esfuerzo. Y leer, al menos, en las primeras fases, antes de convertirse en un acto placentero, implica un cierto esfuerzo mental. Que muchos de estos jóvenes no están dispuestos a experimentar. Por esta razón, como docentes, nuestra obsesión es acercarles a la lectura de la manera menos costosa posible, ofreciéndoles formas de expresión más asequibles, más en la honda de sus intereses (pese a la dificultad que supone desentrañar el misterio de sus intereses). Hablamos de los comics, de la poesía urbana, de la música, incluso de la poesía más convencional, como una manera de aproximarse a ese tipo de lenguajes más acordes con su manera de ver el mundo y de relacionarse.
¿Hay alguna de tus obras de la que te sientas especialmente satisfecho?
Siempre estoy tentado en afirmar que lo que más satisface es lo último que he escrito, aun asumiendo que esto sería una forma de responder políticamente correcta. Esta argumentación tiene su lógica: el cortoplacismo como actitud vital evita la memoria e induce al olvido, lo que se ha experimentado en el pasado pasa a un segundo plano y permanece la urgencia del aquí y ahora. Está claro que en este instante me encuentro bajos los efectos de la última obra publicada (Luces buscan sombras) y, por tanto, podría decir que me siento a gusto con ella, aunque sería injusto si le atribuyese el máximo protagonismo. En este sentido, opino que la obra de cada cual es un viaje, varios viajes, que me van acompañando, cada cual con su propio final, en ese otro viaje de la existencia. Cuando se llega a destino, uno reflexiona y se deja llevar por sus sensaciones, disfruta o no del camino andado hasta ese punto. Cada libro escrito es el cumplimiento de un reto, que entraña más o menos dificultad, y al terminar la impresión es parecida. Disfruté muchísimo escribiendo mi primer libro (Laponia insólita), en cuanto suponía el haber cumplido la meta de publicar en sentido estricto, y también lo hice cuando escribí la primera novela (El último paisaje de Otis), porque resultó ser una continuación de mi empeño por demostrar que podía seguir escribiendo. O también fue una satisfacción haber escrito Icebergs o Vientos difíciles, puesto que significaron un cambio de registro: de la novela al microrrelato y la poesía, respectivamente. Y así podría continuar con cada una de mis creaciones. En definitiva, no sabría cuál de ellos ha sido más satisfactorio. No le concedo a alguno en concreto esa distinción.
Acabas de publicar un poemario, Luces buscan sombras, ¿cómo lo definirías?
Me interesa esta pregunta, como si un libro se tratase de un término o un concepto que pudiese definirse. Cierto es (en esto la poesía nos enseña mucho) que las cosas comienzan a existir cuando se nombran o, como es el caso, se definen. Indudablemente, Luces buscan sombras, constituye una etapa nueva en el proceso como escritor. Quizás una continuación de los anteriores libros de poemas, si bien con matices estéticos, formales, reflexivos. En la obra se indaga sobre la naturaleza de la luz y la sombra, bien de forma perceptiva, bien metafísica, buscando, indagando en el lenguaje poético la respuesta a inquietudes existenciales. En este sentido tampoco se trata de una novedad respecto a lo escrito hasta ahora. Digamos que también constituye un intento por encontrar esa voz propia a la que me refería antes. Una voz poética, contemplativa, observadora, que busca en la raíz de determinados acontecimientos el pulso de la vida misma, la mía, y la comprensión de un mundo, a veces, demasiado irrespirable e incomprensible. Así concibo la poesía. Y aquí en este libro se manifiesta. El imperio de la luz busca agrandar su territorio, privando del suyo a la sombra, que se resiste a morir. En cierto es un elogio de la sombra, ese lugar nada luminoso y, sin embargo, prolífico e inquietante.
¿Qué proyectos tienes?
En lo que se refiere a la escritura, mi afán es el mismo: continuar escribiendo. No dejo de hacerlo nunca. Sigo escribiendo poesía, y mi pretensión es volver a publicar otro libro en el año que viene. Aunque también espero tener tiempo para la reescritura, en este caso de un libro un tanto inclasificable (Irrealidades), cuyo borrador duerme en el fondo del escritorio del ordenador desde hace más de un año. Si se da bien y hay suerte, y alguna editorial se interesa por él, podría salir a la luz en un futuro próximo. Como gestor cultural, en este momento, estoy (estamos trabajando) en un proyecto muy ambicioso, que consiste en un Festival de Poesía (PoetiZA) en mi ciudad. En lo que será, así espero, el primer festival de este género en Zamora para el próximo 2022.