Luiz Schwarcz: «Los traumas no tienen geografía»


Nos acompaña Luiz Schwarcz, fundador de una de las editoriales más exitosas de Brasil, para presentarnos su obra El aire que me falta. Un libro valiente y honesto en el que comparte sus experiencias lidiando con los traumas heredados y su lucha contra la depresión y la enfermedad mental. 

¿Escribir este libro le ha resultado más fácil o más difícil de lo que pensaba?

Creo que escribir es una cosa difícil para mí. Muy difícil. He escrito libros infantiles y también, como aparece en el libro, una primera tentativa de contar la historia de mis padres. Los libros de cuentos que no salieron en España, salieron en Francia e Italia, me costó mucho escribirlos. Soy muy crítico. Cuando escribo soy un buen editor. La primera versión sale siempre como parte de mi bipolaridad. Sale con mucha fuerza que está contenida dentro de mi cabeza y lo hace de manera muy desordenada. No soy capaz de escribir de manera literaria en una primera versión y tengo que volver y volver hasta el punto en que lo paso para que lo lean otras personas: mis editores, mi mujer, mi hija… Y después tengo que mejorar y mejorar. Entonces, si me preguntas si es fácil poner las palabras en el computador, es muy fácil porque estaba todo escrito dentro de mí desde hacía años. Lo escribí dentro de mi cabeza, pero para tener un texto de calidad literaria me custa mucho sufrimiento, mucha crítica. Siempre digo que no soy escritor, que estoy en el mundo para editar, para leer… pero en algún momento tienes que poner el punto final porque si pudiera, como editor de mi mismo, siempre buscaría la palabra mejor, la expresión mejor.

El personaje de su padre tiene mucho peso en el libro.

Pensé durante muchos años escribir sobre mi padre. Explico al final del libro que escribí como ciento cincuenta páginas de una novela en la que unía parte de su vida real -como su vida en Cinecittà en Roma como refugiado de guerra- mezclada con mucha ficción. También su llegada a Brasil donde él trabajaba en la calle vendiendo fruta. No tenía nada. Yo necesitaba completar lo que sabía de mi padre, que era muy poco. Pero el libro no era bueno y lo dejé durante muchos años. Hasta que desarrollé la idea de que podría escribir sobre él a través de mi depresión. Entonces uniría la depresión y el trastorno bipolar con la historia de la guerra y de tres generaciones hasta hoy.

Una de las ideas que me ha parecido más interesante es la de que los sucesos, tanto familiares como históricos, que a veces han ocurrido muchos años antes de que naciéramos, tienen una influencia decisiva en nuestra vida.

Sí, el peso para la tercera generación de la guerra. La segunda generación es la de mi padre, pero él la vivió, estuvo en la guerra. Abandonó a su padre en el convoy que los llevaba al campo de concentración. Tuvo que vivir con la culpa de haber sobrevivido a su padre. Era una cosa directa, pero si pensamos que esto va a influenciar a una persona que nace en Brasil, en el barrio judío, y a tener tanta importancia en la vida de alguien que nació once años después de que la guerra hubiera terminado… Cuando mi padre da un paso con mi madre para empezar una nueva vida está lejos de los campos de concentración, está lejos de Hungría, está lejos de Croacia, pero los traumas no tienen geografía, no tienen tiempo. Los traumas son como atemporales, por eso son traumas.

En el libro también aparece el peso de intentar hacer felices a sus padres, los problemas de su matrimonio, los intentos por tener más hijos… ¿como ha sido sacar a la luz todo eso?

PortadaNo es que haya vivido con la imagen en el pensamiento de como vi a mi madre cuando regresó del hospital sin barriga y sin hijo o hija, pero a la hora de escribir el libro fue como si volviera a tener dos años. No puedo recordar algo que pasó cuando tenía dos años, pero siento que viví la duda de por qué mi madre no trajo el hijo a casa. No recuerdo que hablaran conmigo respecto a eso, ni con dos años ni con cinco ni con diez. Hay cosas que no pude poner en el libro porque no estaba bien que aparecieran. En el momento en el que mi madre pierde el primer hijo -que era un niño, por eso digo hijo y no hija-, y que mi padre entra en un estado de negación total, hay una escena dramática con la placenta que sale del cuerpo de mi madre que no podía narrar en el libro. Ella no quiso ver al niño que perdió en ese que fue el primero de sus abortos. Mi madre no me lo contó hasta una visita al cementerio muchos años después. Visitamos al niño que sí llegó a nacer, que es el que está enterrado allí. Llegó a nacer pero que solo vivió tres días. Todo esto no lo pude saber en su momento, y claro que influenció brutalmente en mi vida: como mi padre reaccionaba a la pérdida de sus hijos y la culpa que sentía mi madre porque su cuerpo no podía retener los niños. Esto le pasó a un niño de dos o tres años, pero cuando llega a los sesenta y cuatro años y empieza a escribir el libro, todo eso regresa como si fuera la pura realidad.

Por otra parte, otro aspecto decisivo que se refleja en la historia es la importancia de la familia en la recuperación.

Sí, mucha gente que lo ha leído me ha dicho que el personaje principal es mi mujer, Lili, o nuestro amor, que empezó con dieciseis años y dura hasta hoy. Así que hay mucha gente que lee el libro como una historia de amor. Y es verdad, también es una historia de amor recuperado por mi madre porque, durante muchos años en los conflictos entre mis padres, yo siempre me ponía de parte de mi padre, porque era el más frágil, y mantenía una relación más distante con mi madre. Pude escribir este libro porque tengo ahora una relación de amor muy grande y estoy muy próximo a mi madre. Creo que el cambio que se produjo con el psicoanálisis de poder amar a mi madre y poder estar más próximo a ella me permitió escribir el libro. No hubiera podido hacerlo cuando era más joven y estaba alejado de ella. Nunca tuve ningún problema, pero no tenía con ella la cercanía que tenía con mi padre. El amor recuperado por ella gracias al psicoanálisis ha hecho posible este libro. Hay un momento muy bonito que incluyo en el apartado de agradecimientos, que fue cuando mi madre cogió un covid muy fuerte y yo era el único que podía estar con ella porque ya lo había pasado. Me llevaba el trabajo a su cuarto y pasamos dias charlando sobre el pasado. Me contó muchas cosas y fue como cuando estaba con ella mientras hacía reposo durante sus embarazos para evitar abortar. Fue una experiencia muy semejante a la que tuve entonces y también fue importante para la escritura de este libro.

El final del libro parece esperanzador. Ha recuperado la relación con su madre y ha superado los momentos más difíciles de la enfermedad. ¿Lo ve así?

Hay una cosa muy importante. Mucha gente me pregunta si la experiencia de escribir es como una cura, y no lo es. Hay una idea que dice que si sacas tus traumas y los escribes en un libro, estás curado. Pero los traumas son mucho más complejos. No estoy curado de la depresión, tuve dos recaídas después de escribir el libro, no fueron graves pero había mucha inestabilidad con la pandemia y eso influyó. Escribir es muy bueno pero no podemos sobreestimarlo y entender que todos los bipolares que escriban un libro se van a curar.

Pero sí es bueno y necesario hablar de ello.

Sí. Uno de los primeros mensajes que recibí cuando se publicó el libro fue de una persona que no conozco que vive en el centro del país (Brasil) y que me dijo que le había gustado mucho y que había intentado que su madre lo leyera y se había negado porque no acepta la idea de depresión. Iba a intentarlo con su padre. Son personas que niegan la depresión y él iba a intentar mostrarles que la depresión es una enfermedad. Hay familias que niegan la posibilidad de una enfermadad mental. Es triste.

¿Está satisfecho con la acogida que está teniendo el libro?

Es difícil estar lejos del país donde se publica porque no se sabe la reacción, pero estoy muy feliz. El libro se ha publicado en Italia con muy buenas críticas. Va a salir en Portugal, en Estados Unidos, en Inglaterra y en Hungría. En Estados Unidos hay una curiosidad. No se va a llamar El aire que me falta, pues no han encontrado una expresión equivalente. Me parece que el editor tuvo una idea genial. No le cambiaria el título aquí, pero para mí la idea del editor es muy buena. Empleó el título del libro que nunca publiqué: lo van a llamar The Absent Moon. Se refiere a la escena en la que mi abuelo reza para que la luna ilumine las calles de Budapest y los judíos no puedan ser asesinados en la oscuridad de la noche. Es interesante porque es una frase que une a mi abuelo, a mi padre y a mí. También habla de una parte del libro que me gusta porque es como intentar entenderme a través de los libros fracasados. Es una curiosidad que quería compartir.